El presidente de la federación vecinal, Quique Villalobos, junto a su responsable de Urbanismo y Vivienda, Vicente Pérez Quintana, y un grupo de representantes de las comunidades de vecinos afectadas por las llamadas ‘cocinas fantasma’ han sido los encargados de presentar en el registro del Ayuntamiento de Madrid el documento, que va dirigido al alcalde de la ciudad, a los delegados de Desarrollo Urbano y Medio Ambiente y Movilidad y a la gerente de la Agencia de Actividades de Madrid.
Antes de su presentación, los delegados vecinales han participado en una concentración de protesta que ha tenido lugar ante la entrada principal del Ayuntamiento, en la Plaza de la Cibeles y que ha reunido a personas afectadas de diversos distritos.
“Hay que poner freno y regular cuanto antes un fenómeno creciente que está generando importantes molestias en algunos vecindarios, y hasta entonces, no se debería otorgar ninguna licencia” ha declarado Quique Villalobos, antes de añadir: “todo el mundo entiende que las actividades industriales, máxime si son molestas, no pueden ubicarse en edificios residenciales».
«No estamos en contra de este tipo de negocio pero debería ubicarse en polígonos industriales o en lugares que no causen afecciones en la vecindad, nunca en los bajos de un bloque de viviendas”, ha remachado.
En su denuncia, la FRAVM y la plataforma de vecinos afectados da cuenta de ocho conjuntos de cocinas fantasma que se encuentran en los distritos de Tetuán, Arganzuela, Chamartín, Centro y Puente de Vallecas, aunque tiene localizados otros cuatro negocios, que ya están operativos o su apertura ha sido anunciada.
“Una elevada proporción de ellas incumplen o posiblemente incumplen distintas normas reguladoras del Ayuntamiento de Madrid, por lo que la actividad debería ser objeto de las preceptivas órdenes de cese y clausura o, en su caso, la licencia de obras y funcionamiento no debería ser otorgada”, puede leerse en la solicitud de inspección registrada por la organización vecinal.
Las cocinas fantasma son instalaciones industriales que producen comida, pero no para un bar o restaurante, sino para envío directo a domicilio, de ahí su nombre de «cocinas fantasma». En locales bajo edificios de viviendas se instalan estas cocinas industriales con sus correspondientes salidas de humos.
Entre las irregularidades más frecuentes se encuentran la utilización abusiva de declaraciones responsables y licencias de actividad impropias, el uso de una superficie mayor a la máxima autorizada para industria, la ausencia de plazas de aparcamiento y en ocasiones de carga y descarga y, lo que es más grave, la emisión de gases tóxicos y de ruidos “por encima de los niveles sonoros admisibles”.
Estas instalaciones provocan óxidos de nitrógeno, carbono y azufre, así como material particulado PM10 y PM2,5 y ácidos grasos volátiles. Además, generan un elevado número de viajes diarios, tanto para el suministro como para la distribución, “con el subsiguiente incremento de la emisión de gases de efecto invernadero por los vehículos” y de contaminación acústica.
A los ruidos de las motos, coches y camiones de reparto, hay que añadir el que procede de los extractores, chimeneas y la maquinaria de las cocinas. A estas molestias se suma el elevado volumen de residuos que generan los locales y, muchas veces la congestión de sus entornos por el aumento del tráfico rodado.
Por otro lado, la FRAVM ha detectado que algunas ‘dark kitchen’ operan con chimeneas que incumplen las medidas que marca la legislación y otras podrían estar vulnerando la ordenanza de incendios, que prohíbe la instalación en edificios residenciales de industrias de riesgo alto o medio que superen una superficie útil de 150 o 500 m2, respectivamente.
La federación vecinal y a la plataforma de afectados considera que las cocinas industriales realizan actividades que “entran dentro de las que el artículo 3 del Reglamento de actividades molestas, insalubres, nocivas y peligrosas (RAMINP), de 1961, define como tales, de donde ha de derivarse su incompatibilidad en las áreas residenciales o en la proximidad de equipamientos como los colegios”.
Precisamente esta incompatibilidad es la que defiende la Asociación de Familias del Alumnado del colegio Miguel de Unamuno, en Arganzuela, que lleva semanas protestando contra la apertura de una cocina fantasma en la calle Alejandro Ferrant, 8, en la linde con el patio del centro educativo. Curiosamente, la solicitud de licencia realizada por la empresa promotora omite el dato de la proximidad del colegio.
“Serán calificadas como molestas las actividades que constituyan una incomodidad por los ruidos o vibraciones que produzcan o por los humos, gases, olores, nieblas, polvos en suspensión o substancias que eliminen. Se calificarán como insalubres las que den lugar a desprendimiento o evacuación de productos que puedan resultar directa o indirectamente perjudiciales para la salud humana”, puede leerse en el citado reglamento.
Hasta ahora, el Ayuntamiento de Madrid «ha actuado en este campo con excesiva timidez y lentitud». «Es hora de que actualice su normativa con el fin de sacar a este tipo de negocios de las zonas residenciales. Mientras tanto, tal y como ha hecho Barcelona, debería aprobar una moratoria de licencias», sostiene la FRAVM.
Esta es la lista de los negocios denunciados esta mañana:
Calle Alejandro Ferrant, nº 8. Arganzuela.
Calle Canillas, nº 18. Chamartín.
Calle Suero de Quiñones, nº 11. Chamartín.
Calle Mantuano, nº 4. Chamartín.
Calle San Bernardino, nº 20. Centro.
Calle Felipe Fraile, nº 5. Puente de Vallecas.
Calle Araucaria, nº 19. Tetuán.
Calle José Calvo, 10. Tetuán.