La 41ª edición de Veranos de la Villa, festival organizado por el Área de Cultura, Turismo y Deporte del Ayuntamiento de Madrid, se despide este domingo, 24 de agosto, con un tributo especial a la conocida reina de la salsa, Celia Cruz, de la mano de la cantante Lucrecia.
Veranos de la Villa 2025 llega a su fin con el estreno de Celia Vive. Tributo a Celia Cruz en sus 100 años, un homenaje con motivo del centenario del nacimiento de la reina de la salsa en el que escucharemos muchos de sus éxitos como Quimbara, La negra tiene tumbao o Bemba Colorá.
La encargada de dar voz en este homenaje a la célebre cantante latina es Lucrecia, quien llegó a compartir escenario con Celia Cruz y siente gran admiración por la artista. Este concierto está auspiciado y autorizado por el Patrimonio de Celia Cruz y se llevará a cabo en el Auditorio Pilar García Peña en el parque del Pinar del Rey el día 24 de agosto a las 21:00 horas.
Celia Cruz, símbolo de energía, orgullo y resistencia cultural
Celia Cruz no solo fue la Reina indiscutible de la salsa, sino también un símbolo de energía, orgullo latino y resistencia cultural. Su voz poderosa, capaz de llenar cualquier escenario, llevaba consigo el sabor de Cuba y el espíritu vibrante del Caribe. Con más de cinco décadas de carrera, Celia no solo cantó, sino que celebró la vida con cada palabra, con cada «¡Azúcar!» que se convirtió en su sello eterno.
Lejos de ser solo una intérprete, Celia fue una embajadora de la alegría en tiempos difíciles. Enfrentó el exilio con dignidad, la industria con coraje y el paso del tiempo con una gracia luminosa. Donde otros veían barreras, ella veía oportunidades para cantar más fuerte, vestirse con más color y defender la herencia afrolatina desde el escenario hasta las portadas del mundo.
Hoy, su legado no es solo musical: es emocional, identitario y profundamente humano. Celia Cruz nos enseñó que la tristeza puede transformarse en ritmo, y que la autenticidad es el camino más directo hacia el corazón del público. Su ausencia se siente, pero su voz sigue bailando entre generaciones que, aunque no la vieron en vivo, siguen gritando “¡Azúcar!” como si fuera un conjuro de alegría.

