La poesía más experimental regresa a su origen melódico a través del eclecticismo y la abstracción, en el Puente de Segovia.
La música y la poesía estrecharon ayer sus lazos en una noche dedicada al verso, al ritmo y a la melodía, en el auditorio al aire libre de los Jardines Bajos del Puente de Segovia, en el madrileño distrito de Latina, ante la atenta y sentida escucha de las personas asistentes a la cita, con tres propuestas artísticas muy diferentes entre sí, que ahondaron en las raíces comunes del canto y de la palabra.
Abrió sesión la ‘mujer orquesta’ Jhana y su sorprendente polifonía electrónica, fruto de la suma de su voz, su guitarra y una loop station, fusionando ritmos clásicos como el soul, el rock y el blues con el estilo electrónico del drum&bass, el electro-punk o techno-house.
Le siguió la agrupación formada por el escritor, músico y periodista radiofónico Javier Gallego Crudo y el colectivo barcelonés de acción sonora Seward, que ofrecieron un show irrepetible en el que la voz y los instrumentos musicales se enlazaban con extractos de conversaciones, películas y grabaciones de campo.
Y en tercer y último lugar, el británico Obaro Ejimiwe y su banda Ghostpoet pusieron fin a la velada con un trabajo sonoro, a base de voz y guitarras, caracterizado por la abstracción.
El Festival Poetas ha comisariado este proyecto para Veranos de la Villa 2018 como muestra de la diversidad de posibilidades que ofrece la hibridación entre música y poesía, una vinculación atemporal que, en la actualidad, ofrece nuevas formas de creación de la mano de muy diversos artistas.