Lole y Secundino, ambos septuagenarios, subieron al altar a principios de mes. Lo hicieron en la misma iglesia donde se prometieron amor eterno hace 50 años: la parroquia de San Matías, el templo neomudéjar que corona el casco antiguo del barrio de Hortaleza. Los novios llegaron a bordo de un Porsche 912 de los años 60 como quien viaja en el Delorean de Regreso al futuro: el escenario de su boda estaba igual que aquel 13 de agosto de 1966.
«Aquí solo han cambiado los adoquines», decía Secundido tras renovar los votos en la centenaria plaza, vestigio rural en plena capital donde incluso resiste una casa labriega cuando ya no queda campo que labrar. Una cápsula del tiempo que recuerda que Hortaleza, antes que barrio, fue un pueblo.
Hasta 1949, el actual distrito madrileño era un municipio independiente a las afueras de la ciudad. La plaza de su iglesia es uno de los pocos rincones supervivientes a la presión inmobiliaria tras la anexión, que sembró de bloques de viviendas todos los alrededores. Pero a la plaza también la ha llegado su hora.
El pasado mes de mayo, el Pleno del Ayuntamiento de Madrid aprobó, con los votos a favor de Ahora Madrid y Partido Popular, un plan parcial que permitirá la construcción de un gran gimnasio privado en paralelo a la iglesia tras el derribo de una decena de edificios del casco viejo de Hortaleza, algunos con más de 150 años de antigüedad.
El proyecto ha sido impulsado por la congregación religiosa Misión de San Vicente de Paúl, propietaria de los terrenos, y llevaba años buscando el visto bueno del Consistorio. Su aprobación definitiva pasó inadvertida en el barrio hasta hace unas semanas, cuando la noticia empezó a propagarse por las redes sociales provocando la incredulidad de buena parte del vecindario. «¿No hay otra zona donde construir otro gimnasio más?», es uno de los comentarios más repetidos por aquellos que se oponen al proyecto, recordando que a solo 500 metros en línea recta existe una instalación similar.
«La noticia ha llegado al barrio cuando el proyecto ya estaba aprobado. Es una barbaridad poner una gran nave cúbica que supera de largo la altura de los edificios actuales frente a la iglesia de Hortaleza», lamenta Ricardo Márquez, vecino del distrito y experto en la historia de los barrios madrileños.
La ausencia de oposición vecinal fue uno de los argumentos expuestos por José Manuel Calvo, máximo responsable de Urbanismo del Ayuntamiento, para la aprobación del plan especial. «Cumple con la normativa urbanística y no se han producido alegaciones. Es un plan todo nuestro», defendió el edil de Ahora Madrid en el Pleno de mayo ante las críticas de la concejal socialista Mercedes González, que calificó el proyecto como «una guarrería al mejor estilo del PP».
Tanto el PSOE como Ciudadanos se oponen al macrogimnasio de 3.000 metros cuadrados que explotará la empresa Ingesport, la misma que gestiona el polideportivo municipal de Vallehermoso bajo la marca Go Fit. Ambas formaciones denuncian que dos de los edificios condenados a la piqueta, anteriores a 1870, gozaban de protección. «Se ha aprobado a través de un Plan Especial cuando tendrían que haber modificado el Plan General, ya que desprotege edificios que estaban catalogados patrimonialmente», expone Mercedes González. «Y desgraciadamente no hay marcha atrás».
La desaparición del patrimonio, sin embargo, no le preocupa a uno de los guardianes del pasado de Hortaleza. Aquiles Obispo, autor de un libro sobre la historia del antiguo pueblo y fundador de la asociación del casco viejo, celebra la operación. «Esta zona está abandonada y necesita un impulso. Y los edificios que van a ser derribados no tienen valor arquitectónico. ¡Si uno de ellos era una fábrica de embutidos!», precisa.
Medio millar de vecinos discrepan y han firmado para reclamar a la Comisión para la Protección del Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid que detenga este proyecto. También se opone Secundino, el novio de las bodas de oro: «No sé qué pinta un gimnasio en esta plaza. El casco viejo hay que respetarlo».
Fuente de la noticia: El Mundo