El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, y el de Zaragoza, Jorge Azcón, han presenciado en la plaza Mayor, junto a los delegados de Cultura, Turismo y Deporte, Andrea Levy; de Medio Ambiente y Movilidad, Borja Carabante, y de Obras y Equipamientos, Paloma García Romero, la tamborrada, uno de los actos más tradicionales, que supone el “broche de oro de la Semana Santa madrileña”, según ha señalado Almeida.
Con salida del Monasterio del Corpus Christi (Convento de las Carboneras), las secciones de tambores de la Cofradía Jesús de la Soledad ante las Negaciones de San Pedro y San Lamberto de Zaragoza y la de la Real e Ilustre Congregación de Nuestra Señora de la Soledad y el Desamparo han recorrido las calles de Puñonrostro, San Justo, Cordón, plaza de la Villa, calles Mayor y Ciudad Rodrigo para llegar a la plaza Mayor, donde han sido recibidas por ambos alcaldes.
El pasacalles, compuesto por medio centenar de repicantes y tamboreros, ha realizado la conocida como exaltación del tambor que pone el punto y final al Domingo de Resurrección. Pero ya sea maña o manchega, vasca o turolense -de Teruel, por cierto, viene el rito-, la catarsis que es el redoble de barriles, tambores, bombos y timbales es la misma: el júbilo descargado sobre la piel que produce ese efecto de pertenencia y mancomunidad sellado por la contundencia de los músicos procesionarios.