El Ayuntamiento de Madrid ha rendido homenaje a Marcos Ana, con la colocación de una placa en la casa donde vivió, situada en el número 30 de la Calle Narváez, recordándole como “poeta, comunista y luchador antifranquista” y en la que además se puede leer alguno de sus poemas: “Si salgo un día a la vida, mi casa no tendrá llaves siempre abierta como el mar, el sol y el aire”.
Al acto, celebrado el pasado 26 de marzo, asistieron Mauricio Valiente, responsable de la Oficina de Derechos Humanos y Memoria Histórica, Willy Meyer, miembro de la Asociación Marcos Ana, y Nacho Murgui, concejal-presidente del distrito Retiro, quien afirmó sentirse “orgulloso de haber tenido un vecino de la talla humana, ética, política y artística de Marcos Ana”.
Fernando Macarro Castillo, más conocido como Marcos Ana (Alconada 1920-Madrid 2016), fue encarcelado por el régimen franquista con tan sólo 19 años de edad, desde 1939 hasta 1969. Ha sido el preso político que más tiempo permaneció recluido, con 23 años de presidio, por tres asesinatos de los que el poeta siempre se declaró inocente.
Exiliado en Francia, se alineó en las filas del PCE y apoyó a los presos políticos españoles con ayuda de personalidades del mundo de la cultura francesa y españoles exiliados, regresando a España en 1976 tras la muerte de Franco. Durante la Transición, continuó sus actividades dentro del Partido Comunista y fue candidato al Congreso de los Diputados en 1977 por Burgos, sin obtener escaño.
Su poesía ha sido calificada como “poesía de trinchera”, atribuida a «la fuerza de la convicción, la sentida sinceridad poética, la angustia y el miedo del hombre en el presidio». En 2007 publicó “Decidme cómo es un árbol. Memorias de la prisión y la vida”, que trata de la prisión, el exilio y la lucha por la libertad y la democracia.
Entre otras distinciones, obtuvo en 2009, la Medalla de Oro al Mérito del Trabajo, en 2010 el Gobierno Vasco le otorgó el Premio René Cassin de Derechos humanos y en 2011, le fue concedida la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Fue miembro de la comisión del PCE para la conmemoración del centenario del nacimiento de Miguel Hernández y participó en varios actos de apoyo al juez Garzón.
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EL ÁRBOL QUE AHORA LE COBIJA
A Marcos Ana
De la vida se fugó el camarada.
Del amor nunca se evadió el compañero.
Encerrado dejó el dolor
de haber vivido dibujando,
cuando tocaba ducha de agua caliente,
sobre la niebla de los espejos,
las palabras de sus versos.
Después los grabó en papel,
fabricado con la madera del olmo seco
centenario en la colina que lame el Duero.
Un musgo azulado tapa la corteza herida
por los agujeros de fusilamientos.
Marcos Ana comenzó garabateando:
¡Decidme como es un árbol!…,
Para seguir escribiéndolo pensó
que la libertad era vivir en el campo.
Lloró imaginándola en la alameda el río.
Imaginaba que estaba en a la mar.
Que en la puesta del Sol,
por su horizonte,
de un salto subiría hasta las estrellas
para allí gritar ¡Libertad! ¡Libertad!
Su grito chocó en los muros de su prisión
que la convirtieron en eco.
Los mirlos y los gorriones
las multiplicaron con el viento
¡Libertad! Libertaad¡ ¡Libertaaaad¡
Después de veintidós años se le dieron
que fuera condicionada,
pudiera llorar el asesinato de Grimau fuera.
Libertad de papel para que fuera “bueno”.
Huyó para saber si estaba dentro o fuera.
De la vida se fugó ahora el camarada.
Del amor nunca se evadió el compañero.
La vida le enseñaría como era el árbol,
que la libertad planto para él
para disfrutar de nuestro amor eterno.
Del compañero poeta qeu ocupo tu lugar en tertulia en el Penal de Buros (Poema de hijos de la oche sin luna), que solo le dejaron ller en parte.