- Las raíces de los árboles habían provocado su inclinación y la obra se ha realizado sobre una superficie de 32 metros lineales entre la M-30 y la puerta de las Moreras, con un presupuesto de 197.210,92 euros.
- La tapia ha sido desmontada manualmente pieza a pieza y se ha levantado siguiendo técnicas tradicionales de construcción.
- Las piedras y ladrillos han recibido una pátina de hidrofugado que impide la penetración del agua y un tratamiento antigrafiti.
La rehabilitación del muro histórico del vivero de la Casa de Campo, en el tramo comprendido entre la M-30 y la puerta de las Moreras, ha finalizado con éxito después de seis meses de obras que han servido para acabar con la inclinación que sufría y evitar un posible derrumbamiento. La actuación se ha realizado sobre una superficie de 32 metros lineales con un presupuesto de 197.210,92 euros.
La zona restaurada pertenece al cerramiento del Reservado que coincide con el actual vivero de la Casa de Campo y cuenta con un muro histórico de 640 metros que se encuentra en buenas condiciones. Esta tapia transcurre paralela al Paseo de Piñoneros, entre el edificio de la Faisanera y la Plaza de las Moreras.
Su origen se remonta al reinado de Fernando VI, aunque fue Carlos III quien decidió vallar completamente el perímetro de la actual Casa de Campo para evitar la entrada de cazadores furtivos en terrenos de la monarquía. Francesco Sabatini fue el arquitecto encargado de la obra. Desde 2010 está declarada Bien de Interés Cultural (BIC) por la Comunidad de Madrid, en la categoría de Sitio Histórico.
El muro está construido con el tradicional “aparejo toledano” que intercala hiladas de ladrillo de tejar con fajas de piedra de sílex, unidos con mortero de cal. Tiene una altura variable que ronda los 3 metros y una anchura de 57 centímetros. La restauración ha consistido en desmontar la tapia y reconstruirla con su disposición exacta utilizando los mismos materiales y las técnicas tradicionales con las que fue levantada.
El desmontaje se ha realizado totalmente a mano y las piezas se fueron almacenando tal y como estaban en el original hacia la parte de la glorieta de las Moreras. Para ello, se realizó previamente un levantamiento topográfico preciso de las franjas de ladrillo para su posterior reposición en el mismo emplazamiento.
Los materiales utilizados han sido los del propio muro, estudiados y seleccionados para corroborar su validez. Se han tenido que fabricar 5.000 ladrillos nuevos de la misma medida y se han conseguido en dos tintadas distintas: pajizo y rojizo. Esta cantidad supone el 15 por ciento del total y se han utilizado para la parte de cara vista del muro y la parte superior (albardilla). La piedra de sílex era suficiente y no se ha tenido que encargar ninguna nueva. Los morteros también son de la misma composición que los originales.
Protección contra la humedad y el vandalismo
Los ladrillos se han limpiado con biocida para evitar la aparición de hongos. Además, todos los materiales han recibido una pátina de hidrofugado que impide la penetración del agua y un tratamiento antigrafiti con el fin de proteger el muro histórico de los actos vandálicos.
La puerta del muro de las Moreras, que no ha sido objeto de este contrato de restauración, sigue en perfecto funcionamiento y se abre a diario hacia dentro para facilitar los trabajos habituales del vivero aunque es muy pesada.
En el estudio previo a la restauración se valoraron las diferentes causas que habían podido contribuir a la degradación del muro: la vegetación del entorno, el terreno y las intervenciones realizadas con materiales diferentes a los originales. Los cimientos estaban fracturados por los restos de un almez que había crecido pegado al muro y fue talado en 2015. El tocón y el pudrimiento de sus raíces habían propiciado una mayor inclinación del muro en esa zona y ésta ha sido finalmente la principal causa de la inclinación de la pared.
El suelo sobre el que se asienta se compone de sedimentos fluviales de carácter arcilloso asociados al río Manzanares. La humedad existente había perjudicado al mortero que une los materiales y permitió el crecimiento de musgos y líquenes que mantenían el muro con aspecto siempre chorreante. Sin embargo, no ha sido necesario intervenir en la cimentación porque se comprobó que la anterior era válida.