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Muere Francisco Ibáñez, creador de ‘Mortadelo y Filemón’ y ’13 Rue del Percebe’

Gacetín Madrid

El reconocido dibujante e historietista español Francisco Ibáñez ha muerto esta tarde de sábado, a los 87 años de edad. Creador de multitud de series humorísticas, entre las que destaca Mortadelo y Filemón, muchas de sus obras se perciben en España como un icono esencial de varias generaciones y muchos otros dibujantes de cómic posteriores reconocen su gran influencia.

Además de Mortadelo y Filemón, también fue el responsable de series como 13 Rue del PercebeRompetechosEl botones SacarinoPepe Gotera y Otilio y Chicha, Tato y Clodoveo. Desde la década de 1990 se ha centrado casi exclusivamente en Mortadelo y Filemón. Entre otras distinciones ha sido condecorado con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2002.

«Despedimos a la figura más importante del cómic español. Nos deja el enorme legado de su lucidez, sentido del humor y más de 50.000 páginas con personajes memorables que han hecho felices a un gran número de lectores», han escrito en un comunicado desde su grupo editorial Penguin Random House España.

Francisco Ibáñez Talavera nació en Barcelona el 15 de marzo de 1936, cuatro meses antes de que estallara la guerra civil española, en el seno de una familia de clase media baja, compuesta por el padre, de origen alicantino y contable de profesión; la madre, de origen andaluz, y tres hermanos.

Tras finalizar la enseñanza primaria en las Escuelas Guimerá, Ibáñez empezó a estudiar Contabilidad, Banca y Peritaje Mercantil y en 1950 entró a trabajar como botones en el Banco Español de Crédito, labor esta que dos años después empezó a compaginar con colaboraciones en las revistas NicolásChicolinoLa hora del recreoAlexLiliputEl Barbas y sobre todo en las dos cabeceras humorísticas de la Editorial Marco: La Risa e Hipo, Monito y Fifí.

En ellas creó portadas y series como Kokolo (1952), Melenas (1954), Don Usura (1955) y Haciendo el indio (1955), la primera de cierto éxito del autor, al ser reproducida también en el suplemento semanal de La Prensa de Barcelona.​ Destacaba además entre todos los autores de la editorial por una violencia que anticipaba la de sus futuras creaciones.

​En el verano de 1957, Ibáñez, que ganaba ya más como dibujante que como ayudante de cartera y riesgos en la banca, decidió dedicarse por completo a la historieta y, además de seguir colaborando con las publicaciones de la Editorial Marco, entró a formar parte de la plantilla de Paseo infantil, que desapareció al poco tiempo y donde creó series como Pepe Roña y continuó la serie Loony de Alfons Figueras.

Simultáneamente, empezó en agosto a colaborar con la potente Bruguera, que entonces necesitaba imperiosamente nuevos dibujantes tras la marcha de sus principales artistas a Tío Vivo.​ En Bruguera Ibáñez aportó inicialmente páginas de chistes sobre un tema determinado o un deporte para Pulgarcito y las centrales de El DDT y Selecciones de Humor de El DDT, ya que como explicaba Armando Matías Guiu, «el chiste era el primer paso para conseguir un personaje de las revistas«.

El 20 de enero de 1958, trabajando ya en exclusiva para Bruguera, y tras la aprobación del director artístico de la misma, Rafael González,​ Ibáñez publicó la primera entrega de Mortadelo y Filemón en la revista Pulgarcito. Desde entonces y durante la década de los años 1960, fue creando y adaptando algunos de sus mejores series para diferentes revistas de la editorial: La familia Trapisonda (Pulgarcito, 1958), la originalísima 13, Rue del Percebe (Tío Vivo, 1961), El botones Sacarino (El DDT, 1963), Rompetechos (Tío Vivo, 1964) y Pepe Gotera y Otilio (Tío Vivo, 1966).

Influido por el cómic franco-belga, publicó en 1969 El sulfato atómico, la primera historieta de Mortadelo y Filemón concebida como parodia del mundo de los espías y de larga extensión. El nuevo modelo triunfó tanto a nivel nacional como internacional y Bruguera lo explotó sacando cabeceras como Mortadelo (1970), Super Mortadelo (1972), Mortadelo Gigante (1974) o Mortadelo Especial (1975), a veces sin respetar sus derechos laborales.​ El recrudecimiento de la censura también contribuyó al abandono de los referentes sociales locales.

Ibáñez, que en el terreno personal se convirtió en esos años en padre de dos hijas,​ sufrió entonces la mercantilización e industrialización progresiva de sus personajes estrella, que le obligaba a trabajar a destajo (hasta 40 páginas semanales),​ abandonar sus otros personajes y recurrir a colaboradores.

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