El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, acompañado de la regidora de Zaragoza, Natalia Chueca; la delegada de Cultura, Turismo y Deporte, Marta Rivera de la Cruz, y el concejal-presidente de Centro, Carlos Segura, ha presenciado la tradicional tamborrada a cargo de la Cofradía del Descendimiento de la Cruz y Lágrimas de Nuestra Señora de Zaragoza, que ha tenido lugar en la plaza Mayor y con la que la ciudad de Madrid pone el broche final a su Semana Santa.
Este pasacalle, compuesto por medio centenar de repicantes y tamboreros, ha realizado la conocida como exaltación del tambor que supone el fin del itinerario por las iglesias y estaciones de la pasión en el Domingo de Resurrección. La organización corre a cargo de la Real e Ilustre Congregación de Nuestra Señora de la Soledad y Desamparo de Madrid en colaboración con el Ayuntamiento de Madrid.
Con salida de la Iglesia de las Calatravas, las secciones de tambores han recorrido la calle Alcalá, Puerta del Sol y calle Mayor para llegar a la plaza Mayor, donde han sido recibidas por miembros de ambas corporaciones municipales y los hermanos mayores de las dos congregaciones.
Pero ya sea maña o manchega, vasca o turolense -de Teruel, por cierto, viene el rito-, la catarsis que es el redoble de barriles, tambores, bombos y timbales (portados en esta ocasión por la Banda de Tambores de la Cofradía del Descendimiento de la Cruz y Lágrimas de Nuestra Señora, de Zaragoza) es la misma: el júbilo descargado sobre la piel que produce ese efecto de pertenencia y mancomunidad sellado por la contundencia de los músicos procesionarios.