El Museo Reina Sofía de Madrid acoge Genealogías documentales. Fotografía 1848-1917, una exposición que se adentra en los antecedentes históricos de la fotografía documental, entre las revoluciones de 1848 y la Revolución rusa de 1917. La muestra parte de la reflexión de Walter Benjamin, apuntada en su ensayo La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (1936), acerca del surgimiento paralelo de la fotografía y el socialismo.
Eso da pie a pensar que las ideas e iconografías utilizadas para representar la vida cotidiana de la clase trabajadora —las cuales constituirán en la década de 1920 el género documental, una forma específica de poética fotográfica y cinematográfica— ya estaban latentes o activas en la cultura visual de la década de 1840.
La figura seminal del limpiabotas en Boulevard du Temple [Bulevar del Templo, 1838], una de las primeras placas de Louis Daguerre, se puede entender como la primera aparición de la imagen del trabajador en la fotografía: el desencadenante del relato histórico en torno a las relaciones de clase y sus conflictos, eje del discurso documental que surgirá más tarde.
Esta exposición presenta una cartografía de prácticas relacionadas con la aparición y evolución de las representaciones de identidades subalternas —trabajadores, criados, proletarios, mendigos, desposeídos— desde el surgimiento de la fotografía hasta el cambio de siglo (más concretamente, entre las revoluciones de 1848 y la Revolución rusa de 1917), y dentro del marco que el historiador André Rouillé denomina el “imperio de la fotografía”: la irrupción de un nuevo régimen visual que se convirtió en instrumento para el sistema de la cultura burguesa, industrial y colonial en la segunda mitad del siglo XIX.
Estas figuras de subalternidad también se pueden entender como metáforas de la célebre y temprana condena con que Charles Baudelaire relegó la fotografía a una posición subordinada: la “criada de las artes”. La promesa democrática de la imagen fotográfica permaneció por mucho tiempo incumplida, pues se mantuvo durante casi un siglo como un instrumento en manos de la cultura burguesa y sus medios de representación. Por eso, los retratos de las clases populares y los subalternos fueron una irrupción accidental o marginal, una presencia involuntaria dentro de encuadres cuya intención era otra.
Genealogías documentales. Fotografía 1848-1917 cierra un ciclo iniciado en 2011 en el Museo Reina Sofía con las exposiciones Una luz dura, sin compasión. El movimiento de la fotografía obrera, 1926-1939 y continuado en 2015 con Aún no. Sobre la reinvención del documental y la crítica de la modernidad. Ambas construyeron un relato alternativo de la configuración y evolución del discurso documental en la historia de la fotografía, a partir del estudio de casos en momentos decisivos del siglo XX. Esta última exposición contribuye a esa narrativa desde una perspectiva diferente, protohistórica: rastrear en la edad temprana de la fotografía las potencialidades y promesas del hecho de que la función documental sea tan antigua como la fotografía misma.