Desde hoy, 15 vecinos del distrito de Centro son recordados con otros tantos stolpersteine, adoquines metálicos que se incrustan en las aceras junto a las casas en las que habitaron los homenajeados. En este caso, son 14 hombres y una mujer que estuvieron en los campos de concentración de Mauthausen y Ravensbrück, respectivamente.
El concejal del distrito de Centro, José Fernández, y el director general del Centro Sefarad-Israel y jefe de la Delegación de España ante la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto, Miguel de Lucas, han acompañado a la familia de Ángel Hernández García en la colocación del adoquín de la calle de Concepción Jerónima, 6, lugar donde residía antes de su deportación.
Durante el acto, amenizado por la música de un chelo, Fernández ha explicado que estos elementos suponen un homenaje “a personas que lucharon por la libertad y han sentado bases de lo que hoy es nuestro país y Europa. Su sacrificio ha servido para que sepamos valorar la vida”.
El resto de bloques se van a instalar en honor de las siguientes personas: Máximo González Casado (San Vicente Ferrer, 76), Mariano Marquina Tallada (Huertas 10), Victoriano Valencia (Zurita 7), Juan García Ramírez (Santa Isabel, 17), Fermín Luis García (Santa Isabel 41), José Galiner Muñoz (Doctor Fourquet 20), Fausto Parra Galiana (Sombrerería 7), Manuel Rodríguez Pérez (Argumosa, 14), Constanza Martínez Prieto (Argumosa, 5) Enrique Martínez Barona (Ave María, 43), Manuel García García (Mesón de Paredes 60), Rubén Tabares Hernández (Carlos Arniches 17), Manuel Nieto Sainz y Juan Antonio García Acero (Huerta del Bayo, 5).
Un proyecto que arranca en 1992
Los stolpersteine son unos pequeños bloques casi cúbicos (9,6×9,6×10 centímetros) y en cada uno de ellos, con el encabezado ‘Aquí vivió…’, se detallan el nombre de la persona, su fecha de nacimiento, el lugar de exilio, así como la fecha y lugar donde estuvo deportada y el lugar y fecha donde fue asesinada o liberada.
Este proyecto tiene su origen en la ciudad alemana de Colonia. En el año 1992, se quiso instalar una placa en homenaje a las casi mil personas romaníes que habían residido en la ciudad y que, posteriormente, fueron detenidas y deportadas a diversos campos de concentración.