La mañana del pasado domingo 24 de agosto en la estación de Metro de Miguel Hernández, en el distrito madrileño de Puente de Vallecas, cambió en cuestión de segundos. Eran poco después de las 9 horas cuando un hombre cayó a las vías justo cuando entraba un tren en el andén. El convoy no pudo detenerse y lo arrolló ante decenas de personas que esperaban.
Los testigos quedaron paralizados unos instantes y pronto comenzaron los gritos y el desconcierto. La estación fue desalojada rápidamente mientras el herido permanecía atrapado bajo uno de los vagones, con un fuerte golpe en la cabeza y una pierna amputada. La escena, dramática, dejó a muchos pasajeros en estado de shock.
En medio de la confusión, dos policías nacionales del Grupo de Atención al Ciudadano (GAC) del distrito de Puente de Vallecas bajaron a las vías para asistirle. Comprobaron que el hombre estaba perdiendo mucha sangre y, con los conocimientos sanitarios que tenían, improvisaron una maniobra que resultó decisiva: le aplicaron dos torniquetes que lograron frenar la hemorragia.
Poco después llegaron los equipos de emergencias del SAMUR-Protección Civil, que trasladaron al herido al Hospital de La Paz. Allí los médicos confirmaron que, pese a la gravedad de las lesiones, su vida no corre peligro.
Lo que pudo acabar en tragedia se convirtió en un relato de supervivencia, marcado por la reacción inmediata de quienes no dudaron en actuar en el momento más crítico, salvando la vida de una persona.

