La Matanza de Atocha, de la que en 2017 se cumplieron 40 años, se ha convertido en un símbolo de la sangre que se derramó para que pudiese nacer la democracia española actual. Alejandro Ruiz-Huerta es el único de los abogados que sufrieron el atentado y queda vivo, hoy, para contarlo.
El dramaturgo Javier Durán cuenta su historia y la de aquel terrible episodio en Atocha: El revés de la luz, con texto y dirección del propio Durán, y que, tras agotar las entradas de todas las funciones en su estreno el pasado mes de enero, llega, del 11 de septiembre al 2 de octubre, al madrileño Teatro del Barrio.
El 24 de enero de 1977, tres pistoleros de ultraderecha entraron en un despacho laboralista de Atocha y, a sangre fría, vaciaron sus cargadores sobre las nueve personas, profesionales de la abogacía, que aún estaban allí, trabajando, a las diez y media de la noche. Cinco de ellas murieron y otras cuatro fueron gravemente heridas.
Las víctimas mortales fueron Luis Javier Benavides, Serafín Holgado, Ángel Rodríguez, Javier Sauquillo y Enrique Valdevira. Y las heridas, Alejandro Ruiz-Huerta, Dolores González, Miguel Sarabia y Luis Ramos (hoy, solo queda vivo Ruiz-Huerta). Los asesinos se llamaban José Fernández Cerrá, Carlos García Juliá y Fernando Lerdo de Tejada, y eran los esbirros de un régimen autoritario que se negaba a desaparecer.
Aunque en marzo de 1976 se habían producido los sucesos de Vitoria, con cinco huelguistas muertas, y en mayo de 1976, los sucesos de Montejurra, con dos carlistas muertos, el atentado de Atocha se perpetraba en la semana más dramática de la Transición española, con estudiantes también asesinadas. La memoria de las víctimas de la Matanza de Atocha se mantiene viva gracias a diversos actos y entidades como la Fundación Abogados de Atocha. Y también a creaciones como Atocha: El revés de la luz, que ha escrito y dirigido Javier Durán.
Una obra a propuesta del sobreviviente
Fue Ruiz-Huerta quien le propuso a Durán montar una función sobre aquel sangriento episodio. “Coincidí con Alejandro en una comida y me contó que tenía en mente llevar su historia a escena”, explica el autor y director. “Él, inicialmente, me habló de una especie de recital con proyecciones, pero yo le dije que, como dramaturgo, veía más apropiado escribir una obra de teatro. Le pareció bien y nos pusimos manos a la obra”.
En escena, cuando Ruiz-Huerta se sienta a escribir sus memorias, se siente incapaz de narrar el fatídico día. Comienza el relato por su época universitaria, y va dando saltos por diferentes etapas que componen un relato doble: el de una persona que luchó por sus ideas hasta las últimas consecuencias, y el de un periodo fundamental para comprender nuestra historia reciente. Un compromiso esencial para las nuevas generaciones, porque “aunque los familiares de las víctimas siguen participando en homenajes cada 24 de enero, creo que hay un gran desconocimiento del tema por parte de otras generaciones más jóvenes”, valora Durán.
Además, recientemente se ha puesto en libertad a uno de los asesinos, García Juliá, y, según explica Durán, ha sido “tremendamente irregular. Tras pedir su extradición, y todavía con una parte de la condena por cumplir (agravada por un intento de fuga con violencia), la Audiencia Nacional consintió que el expediente se trasladara a la Audiencia Provincial de Ciudad Real, que lo puso en libertad el 19 de noviembre, una fecha muy simbólica, para que pudiera celebrar el 20N en la calle. Las víctimas y sus familiares lo consideran poco menos que una burla”.
En dos de las tres funciones que se escenificarán en el Teatro del Barrio (días 11 y 2), el propio Alejandro Ruiz-Huerta estará presente en sendos encuentros con el público. Por su parte, Cristina Almeida, que fue la abogada de la acusación en el caso y tuvo un papel muy destacado durante el juicio posterior a los asesinatos, estará presente en la función del día 25 de septiembre acompañando al elenco.
Un derramamiento de sangre clave para la Democracia
La Matanza de Atocha resultó un punto de inflexión fundamental para la llegada de la Democracia. Quizá la extrema derecha persiguiera una reacción violenta del PCE a los asesinatos, pero “cuando se conoció el itinerario que seguiría el cortejo fúnebre, la población salió en masa a mostrar sus condolencias a las víctimas y su rechazo absoluto a los actos violentos. El entierro se convirtió, así, en un clamor que gritaba basta ya a una situación que había durado demasiado”, analiza Durán.
¿Cómo de determinante fue eso para la llegada de la democracia? “Es difícil cuantificarlo, pero hay un par de hechos que a mí me parecen muy reveladores: el primero es que el Rey sobrevoló la manifestación desde un helicóptero; no sé cuál era su objetivo, pero sí sé que lo que vio fue un pueblo pacífico manifestando hartazgo de forma masiva y silenciosa. El segundo es que, cuando la policía comprendió el alcance que iba a tener el entierro, delegó la organización de la seguridad en el Partido Comunista, que entonces todavía era ilegal. A mí esto me resulta interesantísimo, porque demuestra que la policía era consciente de la capacidad organizativa del partido, confiaba en sus miembros y, tácitamente, daba por hecho que no tardaría mucho en regularizarse su situación, como así fue”.