por Iván Rodríguez García, secretario de organización de VOLT en la Comunidad de Madrid y miembro de la directiva de Europeistas.
Cada año llega el mes de Julio y vemos la organización del Orgullo en Madrid o Pride, por ser un poco más internacional; la televisión nos muestra fiesta, desenfreno, locura… y se abre el debate de la festividad, de la ética en las celebraciones para reivindicar derechos (algo que ha sucedido tanto en acciones reivindicativas como en fiestas religiosas, que también han mutado en los nuevos tiempos).
Pero eso debe quedar en segundo plano, porque Madrid, es el epicentro LGTBIQ+ de Europa, un referente de la reivindicación por su alcance, su despliegue, su organización y por su polémica. España es un referente, a pesar de seguir existiendo numerosos casos de homofobia y violencia hacia el colectivo, pues fue el primer país que estableció la igualdad total en lo relativo a la adopción y matrimonio para las parejas del mismo sexo en el año 2005.
¿Qué significa orgullo? Orgullo es un sentimiento de satisfacción hacia algo propio, que se considera meritorio. Que la selección española de futbol ganara un mundial representando la ilusión de miles de españoles, es motivo de orgullo. Que un hijo se gradúe en la universidad después de unos duros años de estudio, es motivo de orgullo; que un científico defienda su teoría tras años de investigación, es motivo de orgullo; la lucha de aquellos valientes por los derechos humanos en Stonewall el 28 de junio de 1969, es motivo de orgullo.
Quedando al margen de la ética en la forma de la celebración, el orgullo existe para los que se sienten identificados con cualquier logro o lucha, pues el esfuerzo de alguien para una meta determinada siempre será motivo de orgullo para alguien; por eso el orgullo es libre.
Cuando hablamos de derechos humanos, deberíamos identificarnos con el orgullo de esas personas que sintieron que daban un paso por la libertad y que siguen dando pasos para hacer un mundo más tolerante, porque es fundamental para el progreso y el desarrollo humano, respetar las libertades individuales, sin que pueda ser perseguido, menospreciado o marginado por elegir y sentir. Es por ello que debemos defender las bases de las democracias liberales, pues son una garantía de progreso, derecho a voto, derecho a elegir, derecho a la propiedad, derecho a amar; derechos adquiridos por las personas, en definitiva.
Esas libertades, como españoles, pioneros en consecución de derechos individuales, debemos saber trasladarlas a Europa, donde aún queda mucho por hacer, ya que más de 10 países aún no han encontrado la plenitud de derechos para las parejas del mismo sexo, entre los que destacan Italia, Bulgaria, Polonia y Rumanía, entre otros. Como europeos, debemos aprovechar nuestras fortalezas para complementar el proyecto de la UE, pues cuanto más nutrido y fuerte sea, mayor será el bienestar y el progreso. Pues somos hormigas en un mundo globalizado y sólo seremos fuertes si estamos unidos.
Hasta aquí mi pequeña oda de alabanza a los Derechos Humanos, como español, como europeo y como liberal que soy, parafraseando a Salvador de Madariaga resumo mi anhelo para el proyecto Europeo, “como liberal que soy, doy importancia mínima a lo económico, la mediana a lo político y la máxima a lo humano “.