por Yago Campos
Aprovechando que durante estas semanas tienen lugar una gran parte de las fiestas de los distritos de nuestra ciudad, me gustaría escribir sobre un fenómeno creciente en Madrid en general y en Arganzuela en particular. Se trata de la gentrificación. Hace algún tiempo, cuando salía a debate este tema, se solía recurrir al chiste de “Gentrificación no es un nombre de señora” por lo chocante y novedoso del término. Ahora, afortunadamente (o no), es un concepto que empezamos a manejar con familiaridad, y más importante, identificar cuando sucede en nuestros barrios. En el libro” First We Take Manhattan. Se vende ciudad” sus autores Daniel Sorando y Álvaro Ardura nos señalan que la gentrificación es “en resumen, la apropiación de un barrio por una gentry (clase acomodada) urbana que no lo habitaban previamente.”
Es un proceso que explica el cambio radical de la Manhattan de los años 60 a la actual, la transformación del barrio berlinés de Kreuzberg o los movimientos vecinales en El Cabanyal, Valencia. Madrid no se ha librado de este fenómeno urbano como da atestigua el auge de la zona de Malasaña o el redescubrimiento del castizo y multicultural (este último adjetivo solo puesto en valor cuando se trata de sacar provecho) barrio de Lavapiés. Lo que tienen en común todas estas zonas es que empezaron siendo lugares abandonados por algún motivo (falta de equipamientos básicos, bajas prestaciones sanitarias o educativas, etc.) para acabar convertidos en espacios de moda. Entre medias, como no, tiene lugar un proceso especulativo cuya consecuencia más injusta es la estigmatización y expulsión de los/as vecinos/as originarios. Bien sea por un rápido encarecimiento de los precios de compra y alquiler de la zona, bien por métodos claramente abusivos (extorsiones a comunidades de vecinos enteras para forzar a vender) las personas se ven obligadas a desplazarse a otros barrios.
Llegados a este punto y centrándonos en Arganzuela, donde resido y trabajo, merece la pena preguntarse, ¿ha llegado la gentrificación a nuestro distrito? Se podría acordar que en algunas partes del mismo empiezan a sonar las alarmas. Arganzuela ha pasado de ser una zona con una fuerte presencia industrial a ser el escenario de grandes operaciones inmobiliarias, fruto de la presión urbanística de la almendra central y la burbuja. Nuestro distrito alterna espacios culturales y tecnológicos punteros con zonas degradadas cuyos vecinos/as, a través de asociaciones y partidos, siguen reclamando soluciones que no llegaban antes y tampoco ahora. Si bien es una problemática que nos afecta a todas/os, somos los/as jóvenes quienes en muchas ocasiones tenemos más que perder. A quiénes nos gustaría poder independizarnos en las calles donde hemos crecido, jugado, ido al colegio, empezamos darnos de bruces con la realidad de encontrar en “Idealista” estudios de entre 17 y 30 m² por 600 euros. Y aunque por la extensión del artículo me es imposible abordar otro de los grandes temas de este verano, la “turismofobia”, por cierto, otra derivada más de la gentrificación, no me resisto a señalar la especulación que empieza a hacer estrados a consecuencias de los apartamentos turísticos (con tres de los siete barrios de Arganzuela entre los 20 con más pisos de Airbnb).
No son pocas las veces que se nos intenta vender una supuesta “regeneración urbana” por un puro proceso especulativo que permite a la gentry ocupar nuevas zonas de postureo. Con todo, no se trata tanto de criminalizar la nueva tienda de muffins o ese tentador mercado de productos vintage como de hacerlos compatibles con espacios públicos que crean y hacen comunidad (centros de salud, de día o infantiles, Casas de la Juventud, Institutos o Vivienda de Protección Oficial para frenar la especulación, entre otras muchas iniciativas. Es esa la regeneración urbana que desde las Juventudes Socialista de Arganzuela pedimos para el distrito y para Madrid.