Estoy harta de la política a corto plazo, del compromiso de campaña que es eufemismo para ganar la siguiente elección sin tener en perspectiva el futuro de un país. De actuar de cara al plató y no a la ciudadanía. De ser capaz de dañar a generaciones por conseguir un ligero margen de voto.
Hablo de Cameron y su referendum. Un referendum disfrazado de democracia que era tacticismo para rascar el voto a UKIP. Hablo de Rajoy y su inmovilismo. De la corrupción sistematizada, aplaudida y endémica de España y del Partido Popular. Del grito de odio de la extrema derecha en Francia, Alemania, Polonia. De la xenofobia de Trump. De utilizar la matanza de Orlando para agravar una brecha social y promover el odio. De unas segundas elecciones que han dejado al país en un vacío de gobernabilidad durante un juego de escaños.
Paradójico resulta el que intentó formar gobierno fue al que castigaron las urnas. Por eso la mayoría prefieren no jugársela a perder el voto, y jugar con el futuro del país. La vicepresidencia, el CNI y algún ministerio. La Gürtel, la Púnica, Aena. Sobran políticos y faltan estadistas.