por YAGO CAMPOS
Hace unos días que se cumplieron cinco años del movimiento 15M. Durante todo este tiempo España y muchas de sus instituciones se han transformado profundamente. Cambios en la Jefatura del Estado, nuevos actores políticos, campañas electorales distintas (hablábamos hace poco sobre ello aquí), medios de comunicación cada vez más influyentes… pero, ¿y los sindicatos?
Las organizaciones de trabajadores no están saliendo bien paradas la crisis económica y social que estamos sufriendo. El hecho de que no hayan podido reinventarse hasta el momento se debe, en parte, a que la juventud no se ha involucrado en el desarrollo y evolución de los mismos. Los y las jóvenes, en general, no han acabado de ver a los sindicatos como herramientas útiles para solucionar sus problemas, que son muchos, o encontrar un espacio donde mostrar sus inquietudes, que son más.
Sin embargo, no creo que esta cuestión haya sido culpa exclusiva de los sindicatos. No es mi intención denostarlos, todo lo contrario, considero que son actores sociales de primer orden y que la única vía de recuperación de derechos pasa porque sean más fuertes. Pero no lo serán hasta que una parte de la sociedad los vuelva a ver como auténticos referentes. Dejando de lado los ataques indiscriminados de ciertos sectores claramente interesados en el debilitamiento de los sindicatos, hay algunas causas que han alejado a estos de la juventud y me gustaría comentarlos sucintamente.
Para empezar, conviene destacar que el porcentaje de población ocupada en el sector industrial es cada vez menor, aproximadamente un 15% a día de hoy, sector que tradicionalmente ha sido donde más arraigada ha estado la cultura sindical. Cada vez son menos los y las jóvenes que se dedican a este tipo de empleo y eso implica un menor contacto con las organizaciones de trabajadores/as.
Mientras esto sucede, es el sector servicios, en sus múltiples variantes, el que absorbe toda esta población juvenil. En la actualidad, la permanencia en este tipo de trabajos es menor, lo que dificulta que se estrechen vínculos entre los/as compañeros/as y hace que la organización sindical sea exponencialmente más complicada. Por poner un ejemplo, no es lo mismo organizar a cientos de empleados/as de una misma fábrica, que a miles de dependientes/as de ropa de una misma ciudad.
Otros dos ejemplos más sutiles del alejamiento entre la población joven y los sindicatos podrían ser los siguientes. En los últimos tiempos, algunas grandes empresas y multinacionales han apostado poner en marcha pequeñas espacios o “mesas” donde la dirección y los trabajadores puedan reunirse para resolver las cuestiones laborales que vayan surgiendo. A priori parece una buena idea, pero si se ahonda sobre el tema, en cierta medida se salta la acción sindical y los nuevos empleados que se introducen en el mercado laboral empiezan a cuestionarse el papel de éstos.
Otro posible motivo estaría detrás de la moda por promocionar la figura del emprendedor. No tengo nada en contra del espíritu emprendedor. Todo mi respeto las personas que son capaces de poner en marcha una idea y sacar un negocio adelante, pero sí reconozco que tiendo a desconfiar de aquéllos que no paran de enarbolar esta figura. Muchas veces resultan ser los/as mismos/as con intereses espurios y que no dejan escapar la oportunidad de aislar cada vez más al trabajador. En vez de invertir esfuerzos en lograr crear un empleo de calidad, se intenta que cada persone se auto emplee, absorban de forma completa sus responsabilidades y caminemos hacia una sociedad más individualista.
El sindicalismo y la juventud parece en la actualidad una relación tormentosa y abocada al fracaso, pero si el primero logra renovarse, reinventarse y dar con nuevas fórmulas que solucionen algunos de los asuntos expuestos anteriormente, será capaz de conectar con la población joven y salir reforzado. No es fácil pero el meollo del asunto va de esto, de trabajar mucho y unidos.