Artículo de opinión por Carmen Esteban Sanz, estudiante de derecho y ciencias políticas en la UC3M.
En cantidad de ocasiones se culpa a la juventud de su propia desgana y desidia social pero, ¿es esto una consecuencia de su propia actuación o de su existencia?
Hace unos días escuché a un señor aseverar que nuestra generación se ha criado entre algodones, el plato preparado en la mesa y lo necesario a su alcance; y lo dicho ha desembocado en un desinterés generalizado. Esta imagen que gran parte de la sociedad tiene de la juventud, incluidos los más pequeños, no es más que una caricatura, un esbozo deformado de lo que de verdad constituye.
“Los jóvenes de hoy en día no se esfuerzan porque tienen todo a su alcance sin necesidad de trabajárselo”. No obstante, ¿hemos parado a reflexionar sobre esta idea? ¿Cuáles son las causas de esta realidad que muchos perciben?
Resulta cómodo hablar de la juventud como un ente apático y dejar la pelota en su tejado, mas, ¿no es el modelo joven algo forjado por las generaciones precedentes? ¿No tendrá que ver el hecho de que la sociedad haya evolucionado en torno al frenetismo y la impaciencia? Se suele decir que un hijo rebelde es consecuencia de una falta de educación por parte de sus padres, no obstante, la juventud no ha sido moldeada por sus generaciones anteriores, dicen.
Discrepo. Quedarnos en la primera piel supone no darle a los que sostienen nuestro modelo la importancia que merecen y tienen derecho. Obviar que los jóvenes tenemos la mayor de las tasas de desempleo juvenil es cruel. Nos explotan, nos ningunean pero aun así es aceptable decir que no nos interesa nada. ¿Puede alguien marginado manifestar interés de forma inherente?
Somos jóvenes a tiempo parcial, se nos exige un nivel de responsabilidad propio de edades más avanzadas a la vez que se nos silencia en la toma de decisiones. ¿Contamos o no? La juventud vive agarrada a un salvavidas intentando no ahogarse en el presente y no hablemos del futuro. ¿El salvavidas? La vida social y las redes. Nos hemos visto relegados a esto tras haber sido excluidos de la discusión sobre el futuro, un futuro que a quién más golpeará será a los jóvenes, sin embargo, son otros los que deciden aquello que nos resultará beneficioso sin escucharnos. ¿Recuerdas cuando de pequeña tus padres te decían que tenías que ser médica y tú querías ser profesora? No es solo una anécdota de la infancia, es la realidad que millones de jóvenes padecemos, nuestras elecciones no son libres, nos movemos en el marco de lo impuesto por la autoridad, por aquellos más experimentados. ¿Es la experiencia un signo de mayor inteligencia? No siempre, y menos si se cierra en banda a las víctimas de sus políticas.
¡Dejadnos hablar! Queremos opinar y decidir sobre nuestro futuro. Somos la generación que sostiene el modelo productivo, somos los becarios explotados, las que renuncian a seguir estudiando por falta de recursos, los que sabiendo tres idiomas debemos aprender tres más, las que el 8 de marzo gritamos por la igualdad, las que hemos comenzado a desestigmatizar la salud mental, los que luchamos por un planeta mejor para todos… ¿De verdad somos tan apáticos o es solo una excusa para mantenernos detrás de la barrera?