Artículo de opinión por Sergio Pedroviejo Acedo, estudiante de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Carlos III de Madrid
Hoy es el día. En la exótica tradición española de otorgar un día de tregua a los hastiados electores, un partido, antes llamado a serlo todo, se juega su futuro. Y es que, los electores de Ciudadanos (Cs) son los que más dudas tienen y quienes suelen decidirse más tarde.
Desaparecer. Esa es la espada de Damocles que se cierne sobre la cabeza de los impíos centristas. A pesar de que su sentencia ya había sido dictada incluso por quienes parecían haber sido parte del proyecto, Bal se puso al frente de una candidatura que ha tenido en los jóvenes un motor formidable. En medio de una campaña infame, ensayo general para la descarnada guerra política y mediática que puede producirse a partir del 5 de Mayo, los Jóvenes de Ciudadanos descarados contra su destino han ido marcando el paso de una campaña diferente a la del resto de sus contendientes. Propuesta tras propuesta, se ha demostrado que existe un verdadero proyecto que pretende transformar una región, y que, además, cuenta con una exitosa experiencia de gobierno.
Hoy, sus votantes atípicos que están hartos de que les embutan en un lado u otro de las disyuntivas perversa están de puente. Aún cabreados por cómo Rivera, como el Áyax de Sófocles, se dejó embelesar por un espejismo, el de los 57 escaños, para asestar un golpe contra la propia identidad de su partido, y desorientados por la fallida moción murciana no saben si irán a votar, y tampoco les importa en exceso. Puede ser que esté todo dicho y no quede esperanza. Si, es así, la “España que viene” volverá a ser una España a la gresca, donde las balas y las agresiones se disculpan en función del color político que tenga la víctima. Lo peor es que esta no es una hipérbole facilona de un artículo imberbe en busca de clics, sino que lo hemos vivido en esta misma campaña. Son hechos, no palabras.
Pero a esta hora, la idea que me persigue no es esa, sino la posibilidad de que Edmundo pueda cumplir con sus objetivos. ¿Y si todos los kilómetros de autobús dan resultados?, ¿y sito das las carpas y mesas arañan las décimas suficientes?, ¿y si el número suficiente de personas conocen aquello de que el “milagro económico de Madrid se llama Manuel Giménez, y es de Ciudadanos”?, ¿y si el el número suficiente de universitarios vota por la devolución de la tasa de matrícula de este curso?, ¿y si el número suficiente de jóvenes vota por el bono cultural de 100 euros al año y el bono 30X30?, ¿y si el número suficiente de deportistas, clientes y gerentes de negocios deportivos opta por presionar para reducir el IVA y dar más ayudas al sector?, ¿y si el número suficiente de madrileños está harto de enfrentamiento y decide gritar en silencio por la tolerancia, la convivencia y la paz?, ¿y si el número suficiente de moderados decide elegir centro?, en definitiva ¿y si su “Revolución pacífica” se produce?
Si así resulta, el Partido de la Ciudadanía se deberá reorganizar para consolidar un proyecto ya salvado, podrá unirse siguiendo los buenos cimientos sembrados en esta campaña y construir una alternativa a un bipartidismo seducido por los extremos. Pero todos los planes de futuro dependen hoy de la reflexión que los subconscientes de un puñado de electores rumian, mientras tratan de disfrutar de su merecido descanso.