por Ysabel Sanz Orozco
Me vine a Barcelona por amor y aquí sigo. Llevo cuatro meses, y además de aprender a poner una lavadora que no sea en programa corto, ya me manejo en los ferrocarriles, chapurreo el catalán e incluso, aunque sólo de vez en cuando, veo TV3.
Hoy empieza la campaña electoral – si es que eso es posible, claro-, y aunque no atisbo ningún tipo de cambio después de cuatro años con demasiados sobresaltos, lo único que considero importante en esta repetición electoral es la defensa de la Ley y la Libertad.
H. Arendt decía que el sentido de la política es la libertad y que para que ésta se cumpliera, se debía de pensar la política como “el poder estar los unos con los otros, los diversos”; esto no pasa en Cataluña, por la política de los que quieren silenciar a una mayoría, la mediocridad de quién piensa que cuanto peor mejor, y la cobardía cómplice de quién lo consiente.
Llevamos semanas donde las clases y pruebas evaluativas han sido completamente trastocadas por estudiantes, profesores y claustros que consideran que la lucha por la libertad del poble català es más importante que impartir docencia de manera imparcial y con arreglo a unos estándares mínimos de pluralidad en una sociedad democrática. La libertad de cátedra no puede dar pie a la imposición del pensamiento único.
Vivimos en un constante debate entre lo que debiera ser, y lo que realmente es. La política está llena de pareceres, y no de realidades, y es desde ese mismo punto donde el oportunismo y la demagogia levanta la cabeza. Durante todo este tiempo, he leído, escuchado e incluso visto demasiada palabrería fácil entre tanta incertidumbre social. España no necesita políticos como Sánchez, que juegan al equilibrio entre la España plurinacional y la unidad de todo el territorio; Cataluña no se merece políticos como Torra que abanderan el apreteu escondiéndose después cobardemente detrás de grupos independentistas que imponen la violencia y el caos en las calles.
Cataluña necesitan más Constitución, más democracia, más libertad. Cataluña debe abanderar la regeneración de unas Instituciones que desde hace cuarenta años han sido asediadas por líderes corruptos e inmorales. Cataluña necesita más jóvenes valientes que planten cara al nacionalismo más enfermo, porque el constitucionalismo en Cataluña tiene futuro, porque es mucho más todo lo que nos une, que lo que nos separa. La revolución de la libertad, frente a su nacionalismo excluyente.
Hoy empieza la campaña electoral – si eso es posible claro-, y quizá, lo único importante en esta campaña sea España y todo lo que nos une.