por MARCOS CARRASCAL
Aún con la resaca poselectoral, el blanco de todas las dianas de los diversos sanedrines que pueblan la opinión pública española está siendo Ciudadanos. Es el precio a pagar por intentar convertirse en un partido que ocupe el centro político. No han tardado en salir voces que sostienen que la formación naranja blanquea a la extrema derecha y que pacta con ellos. Sin lugar a dudas, este acercamiento a un partido ultra que se afana en cercenar los derechos de las mujeres y LGTB, que se empecina en devolvernos a los años cincuenta, que anhela levantar muros para censurar las palabras solidaridad e integración… me repele como el que más.
No obstante, quedarse con esta porción de la fotografía sería incompleto. Por desgracia, el panorama es desolador. En Navarra, el PSOE de Sánchez ha regalado la Mesa del Parlamento al PNV&asociados, conocidos en esta región como Geroa Bai, a cambio de los votos de Bildu, que están cotizados a precios de diamante. En Baleares se está terminando de fraguar un pacto que redita el que hubo en 2015 entre el PSOE con Unidas Podemos y Més, los socios baleáricos de ERC. En la Comunidad Valenciana, Compromís, los amigos nacionalistas valencianos de Errejón, y Unidas Podemos también van a hacer de trampolín a Puig para hacerse de nuevo con la Generalitat. Y, como por todos es conocido, el presidente Sánchez no parece remilgarse a las carantoñas de Unidas Podemos, PNV y ERC.
La responsabilidad de estos pactos que escoren a otros flancos del tablero no la tienen sino los que denominan partidos moderados: el PP y el PSOE. Estos partidos, que tienen a sus extremos otras formaciones, VOX y Unidas Podemos respectivamente, son los que, al preferir ponerse en mano de sus adláteres más embravecidos por un lado y por otro, se pierden en la bruma del sectarismo ideológico. El PP no termina de ver a VOX como unos adversarios y una amenaza, sino como unos antiguos compañeros anclados en el radicalismo. Por su parte, el PSOE no termina de ver a Unidas Podemos como unos adversarios y la amenaza que representa la extrema izquierda, sino como sus vástagos más tercos.
Así pues, el partido de centro por antonomasia a la sazón en España, Ciudadanos, se enfrenta al problema de ser lo que son: el centro. Elijan a quien elijan, perderán votantes, aun con los más razonables argumentos nunca antes esgrimidos en las ágoras. Todo pacto que se rubrique, ya sea con el PP o el PSOE, será discutible; empero, lo que es indiscutible es que los dos partidos que debieran actuar como dique de contención para resguardar a España de los populismos hace mucho que se han olvidado de España.