por Marcos Carrascal
En absoluto hemos sido buenos este año. Los refugiados siguen ahogándose en nuestras costas, nos golpeamos e insultamos entre nosotros, nuestros hermanos del Sur continúan danzando en esa siniestra danza con la Muerte, las guerras salpican la tierra, el hambre permanece en nuestra ciudad, 49 mujeres asesinadas por la violencia machista que asola nuestro país… No nos merecemos que arribéis Madrid. Ni Madrid, ni la mayor parte de las esquinas de un mundo agonizante.
Sin embargo, en el barrio de Chueca, una parroquia, la de San Antón, nos deslumbra con la contradicción. En el sacro templo cristiano, decenas de mendigos concilian el sueño, anhelantes, aguardando a que los Reyes Magos también se acuerden de ellos. En la borrasca invernal, cientos de voluntarios recaban apoyos para humanizar la Humanidad. En sus corazones se proyecta el orbe al que sí tendríais que descender, queridos Reyes Magos. En varias librerías, como en una de Ribera de Curtidores, tratan de trocar las armas por libros, y empoderar nuestras mentes. Pequeños detalles que hacen recobrar a un silente espectador la fe en que hay arreglo para este planeta. Esos activistas que bregan desinteresadamente para que sus realidades adquieran nuevas tonalidades alejadas del rutinario y triste gris.
Los seres humanos somos capaces de lo mejor y de lo peor. Solo pido, queridos Reyes Magos, que nos devolváis la capacidad de amar y de empatizar; de soñar y de no conformarnos con la mediocridad. Solo pido que nadie perezca en el olvido, que nadie se hunda en la barca de Caronte sin conocer la experiencia de un beso puro. Solo pido que nuestra libertad nos conduzca al bien común.
Hoy, la ingenuidad se vierte sobre nuestra urbe. Y, desde esa ingenuidad, de la de un niño que se queda maravillado ante una explicación de su padre o del cariño de su madre, quiero confiar en que 2018 será diferente. Que será ese año en el que no haya refugiados, ni debates que desemboquen en cárceles y violencia, ni mares que fracturen la misma raza, ni bailes en torno a la Muerte, ni batallas de inocentes, ni gula ni necesidad, ni mujeres con miedo en la calle.
Es menester que todos los seres humanos de buena voluntad nos unamos para cumplir este ambicioso deseo. Hagan sus propósitos, estimados lectores; pero no olviden que los Reyes Magos no tienen por qué bajar el 6. Hemos infectado de repulsión este presente de la Naturaleza. Limpiémoslo de inmundicias, para que los Reyes regresen. Y ése será el primer regalo para nuestros hijos e hijas. El siguiente, será un mundo del que nos podamos sentir orgullosos al legarlo.
Si bajáis, queridos Reyes Magos, compadeceos de nosotros y guardad el carbón. Pero comprometeos con nosotros para que a este mundo “no lo vaya a conocer ni la madre que lo parió”, como enunciara Alfonso Guerra en el 82.