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Opinión: ¿Riesgo de estanflación en la economía española?

Gacetín Madrid
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por GERMÁN GORRAIZ

Por estanflación se entiende la suma de una inflación desbocada y un escenario de recesión económica (una economía entra en recesión técnica después de dos trimestres de caídas consecutivas del PIB nacional según el FMI) y es un término acuñado en 1965 por el entonces ministro de Finanzas británico, Ian McLeod que utilizó la palabra “stagflation” en un discurso ante el parlamento Británico.

Se trata de una de las más peligrosas combinaciones para la economía ya que ambos elementos distorsionan el mercado y la terapia de choque para combatir el estancamiento económico tiene como efecto secundario el incremento de la inflación. Así, para incentivar el consumo y salir de la recesión se requieren terapias basadas en la expansión fiscal y monetaria, medidas que, a su vez, generan más inflación, lo que al final deviene en un círculo explosivo para la economía de final incierto. Históricamente, la estanflación ha estado ligada al precio de las materias primas, de lo que sería paradigma la Crisis del Petróleo de 1.973 (Primera Crisis del Petróleo), provocada por la estrategia de castigo de la OPEP a las economías occidentales por apoyar a Israel en la Guerra de Yom Kippur, crisis que cuadruplicó los precios del crudo y que, aunado con la elevada dependencia del petróleo por parte del mundo industrializado, provocó un fuerte efecto inflacionista de bienes y servicios. Paralelamente, se produjo un súbito aumento de los costes de producción de las empresas que, ante la imposibilidad de revertir dichos costes en el precio final de sus productos, optaron por redimensionar sus plantillas, provocando un aumento desbocado de las tasas de desempleo y la consecuente constricción del consumo interno, entrando así en una espiral negativa que derivó finalmente en una drástica reducción de la actividad económica de los países afectados.

¿Riesgo de estanflación en la economía española?

Según el INE, la tasa interanual del IPC de Noviembre habría sido del 0,7% debido a la subida de precios de los carburantes y lubricantes (Petróleo Brent superando los 54 $) lo que unido al impacto de la reciente subida de impuestos al alcohol y al tabaco y a la implementación en el 2017 de los todavía indefinidos impuestos medioambientales, hará que la inflación se dispare hasta niveles del 3% para finales de Noviembre del 2.017. Si a ello le aunamos la pérdida de la paridad Euro/Dólar debido al “efecto Trump” prevista para el 2017, la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores debido a los exiguos incrementos salariales, congelación o dramática reducción de los mismos tendremos como resultado una severa contracción del consumo interno, al conjugarse la reducción del gasto familiar (un 3% debido a la previsible subida de los tipos del IVA superreducido para el 2017) con el drástico recorte de inversión en Obras Públicas (reducción de 22.100 millones € en el Bienio 2011-2012),con lo que se deduce que la tasa de inflación será una tasa artificial motivada por el afán recaudatorio de un Estado saturniano de apetito insaciable que no dudará en devorar a sus hijos para reducir sus necesidades adicionales de financiación en mercados extranjeros.

Este escenario inflacionista tendrá como efectos colaterales la desincentivación del ahorro y la búsqueda de rentas fuera de las actividades productivas, (lo que podría provocar en un futuro mediato una desertización productiva que fuera incapaz de satisfacer la demanda de productos básicos). Por otra parte, según el Consejo Económico y Social, 422.600 hogares vivían gracias a la pensión de los abuelos con ingresos medios de 840 € ( lo que constituía hasta hoy el último salvavidas de los restos del naufragio económico español), con lo que la exigua subida de las pensiones del 0,25% para el 2017 al estar los convenios colectivos y las pensiones en la práctica desligados de la subida del IPC tendrá como efectos colaterales la reducción del grosor del colchón familiar y la consecuente elevación del riesgo de pobreza.

Por otra parte, la bajada de tipos de interés hasta el 0,0 % y la continuación de la política de compra de Bonos por el BCE, aliviará el endémico problema de liquidez de las entidades financieras e incrementará el beneficio de las mismas debido al diferencial entre lo que deben pagar para lograr liquidez del BCE (el 0,5%) y los intereses que marcan en la adquisición de deuda de Estado cercanos al 5%, pero estos beneficios no tendrán traslación a la economía real en forma de financiación del tejido productivo (pymes, autónomos y particulares), sino que se destinarán a la refinanciación de las grandes empresas y a los pagos de intereses de deudas contraídas. Como conclusión, en el supuesto de que la inflación siga desbocada, que el crédito siga sin fluir con normalidad a unos tipos de interés reales y no se proceda a la implementación de medidas keynesianas para neutralizar la destrucción de empleo, podríamos asistir a una Década de estancamiento en la economía española,rememorando la Década perdida de la economía japonesa.

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