por Marcos Carrascal
Este artículo podría empezar como un chiste: van dos de izquierdas por Madrid… Pero, acto seguido, saltarían las alarmas: ¿dos de izquierdas?, ¿en Madrid?, ¿juntos?… Así que, mejor no empezar como un chiste. Cambiemos el guion: empecemos como sesudos analistas.
La ciudad de Madrid, en manos de la izquierda desde que la bolivariana y comeniños Carmena ganara las elecciones de 2015 con el apoyo del PSOE, lejos de convertirse en el fin de la civilización occidental que pontificó Esperanza Aguirre, despedirá esta etapa con un superávit de 1.000 millones de euros y con la reducción de la deuda en un 54% sin recorte alguno en los gastos públicos. Sin embargo, la ingenua y cándida Manuela, la yaya de todos los madrileños, que sorteaba las siglas porque éstas se le antojaban indiferentes, se ha revelado como una de las fontaneras del engranaje interno de Podemos & Compañía. Me acuerdo de Jorge Verstrynge, hace unos años, advirtiendo que Carmena no era una aliada de los de Iglesias. Más sabe el diablo por viejo que por diablo, ¿eh, Jorge?
La gestión de Carmena en el consistorio es mucho mejor que la que ha protagonizado como líder de Ahora Madrid. Sánchez Mato, de IU, fue cesado de su concejalía o Rommy Arce, de Anticapitalistas, fue regañada en público frente a los vecinos de Usera; y éstos son solo unos ejemplos de cómo esa plataforma que venía a cambiar Madrid ha cambiado por completo. Hasta tal punto ha cambiado, que Ahora Madrid es historia, y Más Madrid es la apuesta de Carmena y de los errejonistas, que se han convertido en su guardia pretoriana —véase Rita Maestre—. Pero los críticos, esos que mantuvieron que la operación Chamartín seguía siendo una estafa, la firmara Botella o la firmara Carmena, están inmersos en un piélago de dudas: sumar en Más Madrid —insisto: copada por Carmena y errejonistas— o en Bancada Municipalista —definida como “una alianza rebelde para Madrid”—.
Bien. Parece que hay una parte de la izquierda diezmada. Pero este tetrapartidismo —o pentapartidismo— nos da la posibilidad de que la izquierda tenga un plan b. Este plan b se llama PSOE. Y… casi que, ¿para qué hablar? El PSOE es ese estudiante que no ha ido a clase ni un solo día y apenas ha estudiado y, dos días antes del examen, cree que va a poder sacar matrícula de honor. Querido PSOE: con que tengas un aprobado raspado, date con un canto en los dientes. El PSOE no ha trabajado Madrid ciudad; no se ha preocupado en dar pábulo a sus propuestas —muchas de éstas se confunden con éxitos de Ahora Madrid— y tampoco se ha preocupado en ungir y forjar a un candidato con espaldas de alcaldable, y no de tuitero. Pero el PSOE sigue con sus ensoñaciones de sacar matrícula, y para ello recurre a Pepu Hernández.
Pepu Hernández fue seleccionador nacional de baloncesto, con el que el combinado español ganó el Mundial, y técnico del Estudiantes. Es posible que sea un excelente conversador con Pedro Sánchez, pues ambos son aficionados del baloncesto. No obstante, ¿en serio lo ve de candidato, señor presidente? Yo no lo veo; pero bueno. Eso es algo que decidirá la militancia socialista. Y espero que esto sí que se cumpla, porque no se ha cumplido ese apunte de los estatutos en el que se afirma que el secretario general ha de ser neutral en los procesos internos (véase a Pedro Sánchez respaldando a Pepu Hernández como su candidato). Pero si esto ya le quema al secretario general y presidente del gobierno, más le quema comerse sus palabras por segunda, tercera, cuarta… vez. En el año 2015, Pedro Sánchez afirmó que “si alguien crea una sociedad interpuesta para pagar la mitad de los impuestos que le toca, estaría fuera”. Honestamente, creo que es una medida necesaria y regeneradora. Lástima que el secretario general no parezca que vaya a aplicarlo con Pepu, que creo una sociedad para pagar una casa. Aunque tampoco es algo anormal: no lo aplicó en los casos de Pedro Duque y de Calviño.
En este esperpento de Valle-Inclán está perdida la izquierda madrileña. Aunque las encuestas auguran que Villacís quedará segunda en las urnas, la suma con el PP y VOX le darían alas para ocupar el Palacio de Cibeles. Sean serios: dejen la comedia para los escenarios de los teatros y pónganse las pilas, que el cuadro de Andalucía tiene muchas posibilidades de instalarse en nuestra ciudad.