por Marcos Carrascal
El 21 de diciembre se ha saldado con un resultado estrambótico. Estrambóticos fueron los comicios; y estrambóticos son los resultados. Por primera vez, un candidato (neo)convergente no lideró la montaña de los votos. Por primera vez, una mujer que, días atrás, las encuestas le otorgaban la plata, ha vencido. Es la vencedora de la noche: es Inés Arrimadas. No obstante, pese a ser la vencedora clara, es la perdedora clara, como Iceta, Domènech y, sobre todo, Albiol. Es curioso que en Ciudadanos no hayan renovado sus argumentos: esa ley que desdeñan y a la que se refirieron en la noche electoral les ha otorgado tres disputados de más. Tienen que pensar en partido grande.
Empero, quién sacará rédito político de esos resultados, según la mayoría de editoriales y observadores, es Albert Rivera de cara a las elecciones generales. Él, mejor que nadie como catalán, sabe que lo que pasa en Cataluña, se queda en Cataluña. El Ciudadanos de 2015 que eclosionó el 27-S se derrumbó en las dos citas generales, al contrario que el humilde y marchito CSQP que resurgió con boato y grandeza en las fechas para elegir representantes en las cámaras iberas. Albert puede ser ganador; pero todavía no.
La ERC de Oriol Junqueras, Rovira, Tardà, Mundó, Rufián… continúa cosechando apoyos. Qué lejos queda el 2010, en el que el abrazo del oso del tripartito redujo sus representantes a la mitad (10). Ahora, se bate como fuerza hegemónica, que sin vacilaciones pretende parir a un president propio. Sin embargo, el ridículo de Rovira en el debate con Évole —imperdonable para un partido de izquierdas; quizás Ciudadanos puede vivir con ese error, pero ERC, NO— y una campaña centrada en la defensa de los datos que arrojaban las encuestas han impedido el añorado triunfo. Excepcional resultado; pero claramente con un halo de perdedor y de segundón que parece que está impregnado en la calle Calàbria. “Aquí le esperamos”, dijo Rovira, en una miscelánea de enigmático desafío a Puigdemont. Vencedores y perdedores: pero nunca ganadores.
Un diputado más. “Son buenos resultados”, se atrevía a aseverarme un militante socialista. No comprendo dónde está la bondad de conformarse con diecisiete escaños cuando se proyectaba un resultado que superara los veinte. ¿Dónde están los 50.000 votantes de la extinta CiU que creían que iba a sumar? Tal vez alguno arribó a los puertos socialistas. Pero también muchos se fueron, luego de enfrentarse en las calles a la reforma laboral y que uno de los diputados que la apoyó, Espadaler, vaya en las listas por Barcelona. Un PSC trufado de convergentes no podía aspirar a mucho más del resultado actual. Vencido y perdedor.
Un jarro de agua fría, aunque quien avisa no es traidor, se vertió en CeC, con Domènech al frente. Los comunes aspiraban a ser la llave de gobierno para Cataluña; y de esa guisa instaurar un gobierno que volviera a poner los derechos sociales en la agenda de Cataluña. No han desobedecido a las encuestas, aunque sí las han redondeado a la baja. Llevan demasiado tiempo arrastrando malos augurios, y el primer naufragio de Iglesias, Colau y compañía se ha materializado el 21-D. Vencidos y perdedores. Tal vez, en las generales y municipales se vuelvan a obrar los milagros que hicieron soñar a Iglesias, Colau y compañía; pero…
La desaparición de Anna Gabriel, fiel, como todos/as, a los estatutos de las CUP ha podido jugar una mala pasada a la coalición antisistema. El aspecto sapiencial de Baños fue trocado por el perfil de viejo profesor de Riera. El dúo que formaba con Vidal Aragonés, presente en los canales españoles, pretendía frenar los pesimistas vaticinios. Empero, el grupo parlamentario se antoja una quimera —o una pesadilla, al compartir grupo mixto con el PP—. El mensaje de ser la única candidatura de izquierdas en 2015 ha perdido su vigencia, y ERC, la que creíamos todopoderosa ERC, si en algo ha ganado, ha sido en desflorar a los cupaires. No obstante, seguirán presentes en el proceso que pretende convertir Cataluña en un estado distinto. Perdedor y vencedor.
La decepción más absoluta se vivió en Génova y en el rostro de Andrea Levy. Cierto es que la ley D´Hont le arrebata algún que otro diputado, y así lo describía García Albiol. No es menos cierto que en el Estado y en otras comunidades se les regala otros tantos emisarios públicos gratuitamente. La gestión del 155 por el gobierno central no se traduce en apoyo popular; y parece que su influencia se vuelca sobre Ciudadanos. Mal precedente para unas elecciones generales en las que Albert Rivera brilla con luz propia. Vencidos, perdedores,… Pongan todos los adjetivos que gusten; y serán pocos.
El único ganador se llama Carles Puigdemont. Él, que tenía que lidiar para mantener el bronce. Él, que con gesto vacilante advertía que nadie sería president sin legitimar el artículo 155 que no fuera él. Él, que hasta hace dos años y poco no era más que el alcalde de Gerona. Él. Él, que ha sabido aprovechar cada error de ERC. Él, que ha sabido trocar el cadáver político en el que se había convertido en una fuente de ilusiones. Él, el Tarradellas del siglo XXI. Él, que con mano firme ha sabido chantajear a la magna CDC y confeccionar una lista —¿un partido?— a su imagen y semejanza, cuya propuesta electoral es: Él. Ha sabido excitar los sentimientos, el personalismo y las críticas. Yo no me sorprendí, pues sabía que ese espabilado gerundense no tendrá carrera universitaria alguna; pero sabía latín, griego y sánscrito, por si fuera menester. El resto de españoles que advirtieron cómo desde el primer momento, en los fueros independentistas, Puigdemont alcanzaba a la lista de Junqueras, se sorprendieron tamañamente. Y es que queda Puigdemont para rato. Queda día de la marmota para rato. ¿Queda 155 para rato?