por DAVID HERNÁNDEZ
El domingo 14 de febrero, cuando la mayoría de cadenas de televisión estaban a punto de comenzar los telediarios, la actualidad política sufría un terremoto que hacía tambalear los cimientos de Partido Popular y las paredes de La Moncloa. Esperanza
Aguirre presentaba su dimisión como presidenta del Partido Popular de Madrid, alegando que debía haber vigilado mejor a aquellos que ella misma escogió como sus consejeros y resultaron construir presuntamente una de las tramas de corrupción más grandes en la historia de la democracia.
Aunque los titulares se llenaron con la dimisión de la polémica líder popular, pocos no tuvieron presente un pequeño detalle, Aguirre dimitía como presidenta del partido, pero seguiría siendo la portavoz del grupo popular en el Ayuntamiento. Es decir, una dimisión a medias, o mejor dicho, en una táctica que ya tiene muy aprendida la veterana política, protagonizar una retirada a medias, manteniéndose en segunda línea, contemplando el panorama político para buscar un momento propicio para volver a la disputa electoral.
En este sentido, aunque Cristina Cifuentes está comenzando a asumir un mayor protagonismo en el PP de Madrid, todavía existen reductos populares tanto en la Comunidad como en el resto de España, que siguen mostrándose favorables a figuras como las de Esperanza Aguirre. Está claro que la líder madrileña no ha dicho la última palabra, puesto que vuelve a jugar con la baza del oportunismo político.
Las intenciones de Esperanza Aguirre son claras, esperar a que el contexto político nacional se aclare para definir su nuevo reto. Este nuevo proyecto pasa irremediablemente por la marcha de Rajoy de la dirección del partido. Aguirre siempre ha tenido puesta su mirada en el último piso de Génova 13 y en La Moncloa. Si el PP no consigue revalidar sus opciones a la presidencia del gobierno, previsiblemente se iniciará una catarsis interna entre las filas populares, que será aprovechado por la experta estratega.
Esperanza Aguirre cuenta con tres posibles soluciones y en ninguna de ellas está la retirada definitiva. Por un lado, la retirada de Rajoy y presentarse ella a la dirección nacional del partido, siempre y cuando cuente con los respaldos necesario. Segundo, se retira Rajoy, pero como no cuenta con los apoyos internos suficientes, agarrarse a una candidatura en la que se sienta cómoda, como podría ser la de Soraya Sáenz de Santamaría. Finalmente, si no cuentan con ella en ámbito nacional, seguirá dando guerra en Madrid, consciente de que Cifuentes no se atreverá nunca a tocarla.