Siempre a la cabeza de la innovación, Madrid lleva años formando parte de la élite de los organizadores de e-sports en el panorama internacional. La capital del país destaca tanto en las retrasmisiones y audiencias online como en eventos físicos con estadios llenos, pabellones completos y una comunidad realmente interesada y activa.
En este sentido, el ejemplo de la última edición de GAMERGY, en diciembre de 2023, que reunió a más de 73.000 asistentes en IFEMA, confirma la tendencia que ya se venía viendo en temporadas anteriores. Y es que el público madrileño responde como pocos cuando el videojuego competitivo se convierte en experiencia multitudinaria y compartida.
Cabe señalar que el aumento del interés, tanto de participantes como de espectadores, viene acompañado de numerosos beneficios que hace prever un crecimiento del sector en el largo plazo. El modelo de negocio que rodea a los e-sports se ha profesionalizado notablemente y, como no podía ser de otro modo, las casas de apuestas han ido incorporando su actividad con la creación de mercados específicos para grandes torneos, finales europeas o ligas nacionales.
Este tipo de espectáculo se consume por vías innovadoras, como el streaming, redes sociales, chats en directo y análisis táctico minuto a minuto, siendo clave fundamental para entender su crecimiento. La generación Z, y también la Alpha, ve y participa, comenta, discute y compara desempeños como quien analiza una jornada de Liga. Lejos quedaron las viejas fórmulas de televidentes pasivos.
Uno de los grandes motores madrileños ha sido el ecosistema alrededor de Movistar Riders, hoy integrado en la estructura de Movistar KOI tras una etapa de alianzas y reconfiguración del sector. Su sede, el Movistar eSports Center en Matadero, se ha consolidado como un centro de alto rendimiento para jugadores profesionales, con preparadores físicos, analistas y equipos técnicos. De este modo, la ciudad dejó de ser únicamente un lugar donde se consumen competiciones para convertirse también en un lugar donde se entrena y se compite.
Por otro lado, si pensamos en la parte media del calendario competitivo, IFEMA se ha convertido en un contenedor versátil para torneos y ferias gaming. Su infraestructura permite crear grandes escenarios, zonas de experiencia, espacios para creadores y áreas de juego libre. Allí conviven aficionados que llegan por los mejores videojuegos del momento (League of Legends, Valorant, Counter-Strike o Fortnite), con familias que se acercan por curiosidad y terminan descubriendo un ambiente sorprendentemente diverso y transversal, es decir, cultura urbana contemporánea.
La juventud madrileña se ha acostumbrado a vivir estos eventos como si fueran conciertos. Grupos que quedan en Nuevos Ministerios, fundas de teclados mecánicos en mochilas, camisetas de equipos europeos, vídeos en TikTok analizando jugadas y watch parties en bares especializados. La conversación trasciende a la simple información sobre el ganador o el perdedor, se enfoca más bien en cómo se juega, qué decisiones se toman en microsegundos y qué narrativa se construye alrededor de cada equipo.
El impacto, además de cultural, es económico. Hoteles, transporte, restauración y comercios sienten el movimiento cuando la ciudad acoge una gran final o una feria gaming. Para Madrid, esto significa diversificar su oferta de eventos y reforzar una identidad ligada a industrias creativas y digitales en crecimiento.
Pero quien mejor se lo pasa es la afición, que consigue tener cerca lugares donde vivir juntos lo que antes solo ocurría a través de una pantalla.

