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‘Líderes, pelotas y trepas’, por Carmen Esteban

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Artículo de opinión por Carmen Esteban Sanz, estudiante de derecho y ciencias políticas en la UC3M.

Comienzas a redactar tu currículum y de repente llegas al apartado de habilidades, ¿qué escribo? Capacidad de liderazgo, seguro que es lo que buscan los empleadores.

¿Qué es el liderazgo?  El liderazgo es el conjunto de habilidades de gestión o coaching que un individuo posee y que sirven para influir en los estilos de vida o comportamientos de las personas o para desempeñar un papel (semi-jefe) en un grupo de trabajo específico de modo que el equipo pueda lograr sus objetivos con éxito.

¿Qué características perciben idóneas los ciudadanos españoles para un líder? Carisma e intuición. Varias estadísticas lo revelan, para los españoles los líderes deben poseer como característica principal la habilidad de entusiasmar a su equipo de trabajo. Respecto a la segunda, los que suelen no confiar en su intuición tienden a sobre-analizar los datos y las opciones, a sobrecalentar su sistema, y seguramente la probabilidad de éxito sea menor o suponga una actuación lenta.

El líder normalmente suele ser percibido como alguien lejano a la propia persona, alguien que se sitúa por encima a nivel de autoridad y es por ello en gran medida que el resto nos permitimos el lujo de enjuiciarlo con menor preocupación moral. No es lo mismo criticar a un amigo que a un rector, por ejemplo. Las personas solemos ser críticas con todo aquello que nos rodea incluso llegando a desarrollar la costumbre de enjuiciar hasta el más mínimo detalle, y el liderazgo no se escapa. Cuando una persona de nuestro entorno demuestra poseer iniciativa o capacidad de influir sobre el resto solemos percibirlo como algo extraño y a veces irritante.

Algunos creemos que solemos castigar el liderazgo por costumbre, es algo inherente a nosotros y solemos menospreciarlo acentuándose más en el caso de las mujeres. Ella no es líder, es una marimandona, sin embargo él tiene carácter y capacidad de mando.

Dejando la cuestión de género, ¿tendemos a infravalorar el liderazgo de las personas de nuestro entorno cercano?

Aun constituyendo Macron una diana para las críticas será en España objeto de halagos  mientras que el Presidente de nuestro Gobierno, ya sea Pedro Sánchez o fuera Pablo Casado, recibirá más críticas que valoraciones positivas al ser percibido como más próximo a nuestro entorno y por la repercusión de sus acciones.

Si atendemos a la percepción propia de nuestra capacidad de mando la conclusión que obtendremos será favorable. ¿Sería yo buen líder? Estoy convencido de que sí y lo haría mucho mejor que otros. Acatamos la representación positiva para nosotros y escupimos la negativa hacia el resto.

¿Qué opinión te merece aquel chico que siempre se presentaba como candidato a delegado en tu clase? Solo con escuchar con atención los comentarios de pasillo del instituto podríamos obtener un adjetivo: pelota. Es un pelota por obra y gracia de nuestra opinión cuando ni siquiera gastamos un minuto en pensar si de verdad esa persona podría sentir inquietudes respecto a la defensa del estudiante o poseía las aptitudes necesarias para el puesto.

¿A qué se debe esa inquina mayoritaria hacia el líder vecino?

Una de las respuestas que acude rápidamente a nuestra cabeza es la envidia disfrazada de odio y falsos argumentos. Mucho de lo que odiamos suele ser aquello que más envidiamos. Otra respuesta podría ser la influencia de los prejuicios sociales en la valoración de los demás: aquel delegado era un pelota y la chica que siempre quería ser capitana del equipo de fútbol era una chulita. Nos quedamos en la superficie. Si bien existen ocasiones en las que los prejuicios concuerdan con la realidad, solemos detenernos en la primera capa sin explorar el fondo.

Y por último, con frecuencia solemos confundir “líder” con un concepto cuya connotación es más que peyorativa: “trepas”. Debemos distinguir entre jefes o colegas con habilidades de liderazgo saludables que nos inspirarán y persuadirán para lograr un objetivo común y beneficioso para todos de los manipuladores que usan al resto a fin de conseguir sus propios objetivos.

Y es que aunque intentemos que nuestros grupos sociales sean lo más asamblearios posibles siempre hay alguien que tiene la iniciativa, que organiza e influye, y no debemos verlo como algo malo. La existencia de rangos de “autoridad” no nos hace inferiores, al contrario, facilita el logro de objetivos de un grupo. Un líder sin su grupo no es nadie, y el grupo necesita de su líder para su máximo éxito.

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