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‘La voz literaria de las mujeres’, por Mar Espinar y Maite Pacheco

Gacetín Madrid

por Mar Espinar y Maite Pacheco, concejalas socialistas en el Ayuntamiento de Madrid.

No se puede entender la grandeza de la literatura sin la aportación de las escritoras. A pesar de arrancar como una despiadada minoría, la mujer escritora, siempre que se ha acercado a las palabras, las ha sublimado. El Olimpo de la gloria literaria lo habitan tanto Byron como Shelley (no Percy sino Mary). Alejandra Pizarnik disfruta de la eternidad con la misma legitimidad que tantos otros poetas varones. Rosa Montero se cae del escalafón del talento y aplasta en su caída, sin apenas despeinarse, a cientos de machos. Nuestra huella genérica es imperecedera, nuestro ingenio artístico no necesita pedir permiso a ninguna autoridad masculina.

Nos atrevemos a decir que la literatura nos pertenece casi más que a los varones por una sencilla razón de presencia. Cuando crear estaba vedado socialmente para nosotras, ellos, tarde o temprano, necesitaban ensalzarnos o vituperarnos en líneas y versos, ¡éramos el centro de su inspiración aunque nos colocasen en los arrabales! No nos importan tanto las imposiciones de las distintas épocas (seamos capaces de ver con perspectiva), como el hecho de que, al final, la mujer, aunque fuera sufriendo las dioptrías asimétricas de culturas machistas, brillaba como universo temático. Garcilaso escribió el endecasílabo perfecto: yo no nací sino para amaros. El Quijote sin Dulcinea no sería tan extraordinario. Bécquer entregó cien veces sus cien corazones. ¿Y qué decir de Machado y Juan Ramón? Si quitamos a la mujer como objeto de la literatura nos quedamos con un templo en ruinas, inhabitado. Pero no nacimos para ser objetos, por eso en todas las épocas, en todas las culturas ha habido mujeres valientes y talentosas. En España, Lubna de Córdoba, Isabel de Villena, Santa Teresa, Beatriz Galindo, Luisa Carvajal y Mendoza, Beatriz Bernal, María de Zayas y tantas otras heroínas derramaron su tinta en el papel de la emoción y la sensibilidad. No olvidemos que los versos más antiguos del mundo pertenecen a una mujer, Enheduanna. “En tu arpa de suspiros/yo escucho tu canto fúnebre”, le escribió a una diosa.

Hoy es el día de las escritoras, de las artistas que urden y tejen palabras. Nuestra más sincera felicitación a todas las que se dejan arrastrar por una vocación tan exigente y solitaria. Nunca antes pudieron silenciarnos ni expulsarnos de la grandeza de la creatividad; hoy, gracias al esfuerzo de muchas antes que nosotras, menos todavía. El presente ya es nuestro. Felicidades.

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