por IGNACIO PANTOJA
Voy a tocar hoy un tema que ya ha sido objeto de atención en otros artículos, pero sin profundizar; sé que es difícil, pero creo necesario aclarar ciertas cosas, para que las personas con Trastornos del Espectro del Autismo (TEA) estemos mejor y nos dejemos de sentir marginados e incomprendidos y para que, como consecuencia, cese esa suerte de discriminación producto de la ignorancia que sobre esta materia hay en esta sociedad.
Queriendo hablar de la identidad TEA, hago referencia a “la forma de ser” y de vivir de las personas con TEA, que difiere de los “neurotípicos”, llamados estos de este modo por carecer de esta identidad.
Durante la época del franquismo, en España, y también en otros muchos lugares del mundo, hasta el siglo XX, y aún en la actualidad en muchos lugares del mundo, la homosexualidad ha estado, y sigue aún estando, perseguida y tildada de enfermedad, hipócrita e ignorantemente, tildando de anormales e invertidos a las personas homosexuales y sanas y normales a los heterosexuales, sin respetar su identidad ni la diversidad sexual.
A principios del siglo XXI, donde nos encontramos ahora, comenzamos por fin a cambiar los términos de inválido, subnormal o discapacitado por el de diversidad funcional, y comienza a admitirse la homosexualidad como una forma más de diversidad humana, lo que me empieza a tranquilizar porque nos demuestra que no hay seres humanos superiores a otros sino, en todo caso, diferentes.
En este ámbito de las expresiones, se llama neurodiversidad al conjunto y espectro de neurodivergencias, que se extiende desde las personas neurotípicas hasta cualquier otro tipo de funcionalidad humana.
Desde esta perspectiva, debo aclarar que la persona con TEA NO es ni está enferma, es la inmersión en un mundo neurotípico tumultuoso, en un mundo donde se práctica el bullyng, el ghosting y la discriminación, lo que hace que estas personas puedan sufrir un TOC (trastorno obsesivo compulsivo), o depresión, o ansiedad, o angustia.
Una enfermedad es un desequilibrio que altera la salud, los TEA no son un desequilibrio de la salud, las personas con TEA pueden tener una salud perfecta, la medicación generalmente se requiere por las alteraciones que sufre esta persona al enfrentar los problemas y situaciones que plantea una sociedad neurotípica y al estrés continuo que genera la misma.
Es el hecho de sufrir el maltrato físico y psicológico, el aislamiento y la humillación, que sufren muchas personas con TEA desde la infancia, producto de la incomprensión social hacia su forma de entender la vida, es lo que hacen que enfermen estas personas, no es su falta de habilidades sociales de nacimiento sino la dureza con que perciben la relación con el mundo exterior a ellos, la que hacen que la persona con TEA se “repliegue” sobre sí misma en un intento de protección y preservación.
Por eso, una persona con TEA, ni está enferma, ni deja de ser normal, es la presión social la que la enferma, la convierte en solitaria y hace que pierda su condición de normalidad; las alteraciones genéticas de nacimiento no impiden que una persona sea feliz y desarrolle sus múltiples habilidades en su entorno, es la falta de consideración hacia aquellas personas que por ser diferentes a su entorno hacen que esta persona acabe inmersa en la soledad y la marginación, con grave riesgo de exclusión social.
La agresión y la presión social son las que impiden a la persona con TEA ser feliz, no la enfermedad. Son la ignorancia, la falta de respeto y consideración, lo que origina sufrimiento. Necesitan implicación y apoyo por ser diferentes para ser iguales.
Por eso, me atrevo a afirmar que es el rechazo a la persona con TEA lo que produce que ésta sea marginada, nunca su identidad.
Pienso que si tanto respeto nos piden a las normas neurotípicas, aquellos que no son personas con TEA, deberían -por empatía- dejar de llamarnos enfermos y aceptar la neurodiversidad y nuestra identidad como se hace poco a poco con los homosexuales, ya que la palabra enfermo no es aplicable a una condición que no se cura ni debe curarse y actuar de contrario implica desprecio, falta de respeto, humillación y agresión.
Respeto, apoyo y ayuda que reivindico, porque lo merecen las personas por su dignidad, todas sanas y enfermas, neurotípicas o diversas. Hacia ese mundo solidario hemos de caminar,
Y además, para ello, debemos decir las cosas claras ya que de lo contrario jamás dejará de haber seres humanos de primera y de segunda.