Ruta por el Pontón de la Oliva, el interior de sus Cárcavas y su necrópolis tardoantigua

Gacetín Madrid

Este último fin de semana de agosto os proponemos una ruta singular que discurre por un paraje en el cañón del río Lozoya, cargado de historia. Se trata de la ruta por el Pontón de la Oliva y por el interior de sus Cárcavas, aderezada por una visita a su necrópolis tardoantigua.

El disfrute de los amantes del senderismo se plasma en este recorrido, que arranca en la presa del Pontón de la Oliva, la más antigua construida en la región, a mediados del siglo XIX. Enclavada en el cañón del río Lozoya, muy cerca de Patones y que se adentra en las Cárcavas, formadas por la erosión del agua, de color rojizo y aspecto de otro planeta.

El camino se inicia en el margen derecho de la carretera M-134, una vez sobrepasada la población de Patones de Abajo, que da paso a la presa del Pontón. Ésta emerge como una pared de muros escalonados, fruto del trabajo de centenares de presos de la época, y que nunca llegó a ejercer su cometido, ya que al finalizar su construcción se constató, que sufría innumerables filtraciones en el terreno colindante por lo que el agua desaparecía bajo el muro del embalse.

Impresiona la pasarela colgada, en la pared del cañón y que deja al descubierto las condiciones de trabajo en las que fue realizada la presa, también en este punto se pueden apreciar los acantilados en los que los escaladores demuestran sus habilidades.

El perfil de la ruta desde el GR-10, es de escasa altitud salvo por un pequeño repecho entre lomas al inicio de la ruta. Es por tanto adecuada, para realizarla de forma tranquila y sin mayores requisitos que un buen calzado y el agua necesaria.

Hay que seguir el curso del sendero hasta el arroyo de La Lastra, y por su ladera siguiendo el discurrir de las aguas acabaremos en el interior de las Cárcavas. Cuevas y canales, que con precaución permiten disfrutar de una maravilla creada por la naturaleza.

El camino discurre por el canal central, ya que la mayoría del resto de canales no tienen salida. Para terminar en el alto de las Cárcavas, accedemos por una ladera, tras una pequeña subida algo pronunciada. Una vez coronada la cima, podemos hacer fotos, desde una vista privilegiada, para que el día de excursión sea imborrable.

Tenemos también la posibilidad de realizar la excursión por lo alto del terreno, sin tener que descender, lo cual lo hace más sencillo. Desde esta posición podemos descubrir las paredes verticales, cresterías, pináculos en continuo crecimiento y favorecidos por la ausencia de vegetación.

Hay que tener precaución si nos acercamos al borde, ya que el material no es tan firme y puede haber riesgo de derrumbe. El sentido de la marcha es Noreste, dejando las cárcavas a la derecha, donde el paisaje es árido, esculpido por el viento. Terminamos la marcha en un pequeño pinar, en el que a la derecha y coronando una pequeña loma, encontramos el vértice de la Sierra de Guadarrama. El regreso se produce por el pinar, hacia las Cárcavas en sentido contrario al inicial.

Hay posibilidades de recorrer otras rutas por senderos en la zona, que nos llevan a descubrir parajes naturales y fauna del lugar, desde vacas pasando por algún ciervo.

Necrópolis tardoantigua de la Dehesa de la Oliva

El yacimiento de la Dehesa de la Oliva se localiza al noreste de los dos núcleos de población de Patones (de Arriba y de Abajo), prácticamente en el límite de la Comunidad de Madrid con la provincia de Guadalajara. Se ubica en una elevación que forma parte de la serrezuela denominada “Las Calerizas”, una banda de calizas cretácicas que se prolonga desde Torrelaguna hasta la localidad de Valdepeñas de la Sierra.

El lugar domina visualmente la confluencia de los ríos Lozoya y Jarama y las llanuras que se extienden hacia el sur, combinando el control estratégico del territorio circundante con las defensas naturales que ofrece su emplazamiento. Se compone de dos amplias plataformas que tienen una marcada pendiente hacia el valle del cercano río Jarama.

La superior, con una superficie de 10 hectáreas aproximadamente, albergó el núcleo urbano más antiguo, de época romana tardorrepublicana, que quizás hunde sus raíces en un asentamiento carpetano previo, mientras que la inferior, de una extensión próxima a las 20 hectáreas fue ocupada en época altomedieval, utilizando también la despoblada plataforma superior como necrópolis.

El paraje estuvo protegido por una muralla de la que únicamente perviven en la actualidad algunos tramos. Las diferencias constructivas observadas en ellos sugieren que podría tratarse de obras de diferente cronología. La muralla que engloba la plataforma superior sería romana, mientras que la inferior quizás se erigió o modificó en época Altomedieval.

En la plataforma superior surgió durante el siglo I antes de Cristo un núcleo urbano de tipo latino, con un diseño ortogonal de calles que se cortan en ángulo recto y definen manzanas de planta rectangular.

Las viviendas, con fachadas a dos calles, forman largas manzanas que se perciben nítidamente en las fotografías aéreas. Constan por lo general de tres habitaciones y  sus muros están construidos con un zócalo de piedras calizas sobre el que se asientan las paredes de tapial. La techumbre era de materia vegetal y los suelos de tierra apisonada.

El lugar se abandonaría de forma pacífica en el primer tercio del siglo I después de Cristo, permaneciendo despoblado hasta el siglo V d. C., momento en que vuelve a ocuparse el paraje, asentándose los pobladores en esta ocasión en la plataforma inferior y empleando las viejas ruinas romanas de la parte superior como área funeraria. Este enclave, de cierta importancia a juzgar por su extensión, perdurará hasta los siglos VII-VIII después de Cristo.

La necrópolis altomedieval

Los pobladores de época altomedieval emplearon la parte más alta del cerro como necrópolis, excavando las tumbas en las ruinas de la vieja trama urbana tardorrepublicana. Las sepulturas ocupan el interior de las antiguas dependencias domésticas, adaptándose a la disposición de los muros existentes.

Hasta ahora se han excavado un total de 33 tumbas, que presentan orientaciones Norte-Sur y Oeste-Este. Se han identificado enterramientos de diversa tipología: en fosa simple, en cistas cuyas paredes están revestidas con lajas de caliza o de pizarra y en cistas con muretes de mampostería.

Los cadáveres se envolvían en un sudario y se depositaban directamente en la fosa o dentro de un ataúd, tal como evidencian los clavos que se han encontrado durante las excavaciones arqueológicas. En ocasiones las tumbas están ocupadas por más de un individuo, bien porque pertenecían al mismo ámbito familiar y habían fallecido al mismo tiempo o por tratarse de una reutilización de la sepultura.

Se han podido documentar una serie de combinaciones de enterramientos, especialmente de adultos con niños, así como determinados elementos arquitectónicos combinados en algún caso con los restos de los muros preexistentes, que  delimitan espacios físicos concretos dentro del área funeraria a modo de panteones.

La utilización de esta zona del cerro como cementerio habría comenzado a mediados o finales del siglo IV después de Cristo, manteniéndose en uso al menos durante todo el siglo V d. C.

Fuente, texto y fotos: Turismo Madrid / Comunidad de Madrid.

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