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‘Edmundo Bal y los partidos del 5%’, por Sergio Pedroviejo Acedo

Gacetín Madrid

Artículo de opinión por Sergio Pedroviejo Acedo, estudiante de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Carlos III de Madrid

Estos días resulta curioso pensar que los términos “liberal” y “liberalismo” surgieron en nuestro país. Porque en términos electorales, este no parece un país para los liberales. Ahora, que la hora de su desaparición parece anunciarse por tierra, mar y aire, conviene enmarcar bien el contexto del que partimos.

Con la excepción del fenómeno Macron y sus feudos tradicionales del BE-NE-LUX, el apoyo a las opciones liberales bascula entre horquillas del 5-7 y 11%. Bien sabe lo que es vivir al límite de la barrera de entrada el alemán Partido Democrático Libre (FDP). Tras formar parte del segundo gobierno Merkel en 2011, cayeron por debajo del umbral del 5% y salieron por primera vez desde la caída del Reich del Bundestag. Sin embargo, consiguieron reagruparse en torno a un nuevo liderazgo y encontraron una nueva narrativa basada en la digitalización y en la promoción de las start-ups, en lugar de centrar su discurso en el déficit y los bajos impuestos. De forma similar, los Lib-Dems británicos se vieron destrozados por el rodillo tory tras la caída en desgracia de Nick Clegg, no obstante, pudieron realizar una travesía del desierto que les llevó a tener un gran “momentum” con el liderazgo de Vince Cable, un impulso que la egocéntrica Jo Swinson no supo aprovechar.

Ciudadanos fue la excepción a este panorama. El glamour de los grandes partidos de gobierno y del triunfo electoral no es comparable con la aparente mediocridad de un apoyo modesto. Rivera se dejó arrastrar hacia el éxtasis del triunfo y no aceptó la naturaleza de su invento. Los partidos liberales no están para ganar las elecciones, como escribió Ralf Dahrendorf, son el partido del 5% del electorado. La función de los partidos liberales no es otra que la de posibilitar las mayorías a diestra y siniestra, con una única condición: salvaguardar la hegemonía del régimen democrático constitucional. Rivera no se conformó con esta función, de nada parecía servirle llegar a Moncloa como segundo. Apostó a ser primero, y cuando no pudo superar a un partido conservador que fácilmente le duplicaba en
estructuras locales, se vió embutido en una enorme contradicción: mientras sus bases por lo bajini le pedían pactar con el ganador de las elecciones, o por lo menos intentarlo, él se negaba. Mientras, al otro lado de la mesa que nunca se dió, las bases socialistas suplicaban, sin disimulo, por virar a la izquierda, mientras que Sánchez parecía echarle la culpa a la formación naranja de que no hubiera un gobierno centrado en España. La curiosa dialéctica de la política española de imponerse y aniquilar al rival, en vez de negociar con el adversario hizo el resto, y defenderse de los ataques de dos frentes siempre es mucho más complicado.

A líder muerto, lideresa puesta; y el año de Arrimadas en la Presidencia de Cs ha sido de todo menos tranquila. Mitad pandemia, cuarto de errores tácticos y otro tanto de errores de comunicación, así están las cosas. Ahora, Edmundo, el último defensor de las menguadas y debilitadas fuerzas de Ciudadanos en la contienda electoral más innecesaria de nuestra reciente historia democrática. En mitad de una pandemia mundial, con la economía destrozada, celebrar elecciones cuando no se han aprobado los presupuestos, en una región que sí o sí volverá a las urnas en 2023, tan sólo suena a una gestión nefasta. Con todo y con eso, si un 5% de los que acudan a votar, son liberales y, por tanto, optan por la papeleta naranja, podrán consolidar un proyecto alternativo a la polarización a la que nos parece nos tienen abocados los medios y los partidos tradicionales.

Si no es así, el espacio reformista, europeísta y pragmático seguirá existiendo para aquel que sea capaz de aprovecharlo. Tras la barrera ya asoman partidos como VOLT u otras plataformas cívicas. O puede que llegue una nueva oleada de partidos localistas o regionalistas que ocuparán cierto espacio en el centro. Hartos de ver a PP y PSOE compadrearse con los nacionalistas para dividirnos en regiones de primera y de segunda, puestos a este contexto, todos queremos ser de primera.

Sólo los ciudadanos escribirán el próximo 4 de Mayo, pero, lo cierto es que Edmundo Bal podría resucitar a varios muertos, si el votante que ya está hastiado le escuchara.

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2 comentarios

Sergio Pedroviejo Acedo 29 marzo, 2021 - 8:03 pm

Fe de errores:
El segundo Gobierno de Merkel, la coalición negro-amarillo (CDU-FDP), no inició su andadura en 2011, sino en 2009.
El FDP no obtuvo representación en 2013.

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Sergio Pedroviejo Acedo 29 marzo, 2021 - 8:09 pm

Fe de errores: la legislatura del segundo Gobierno de Merkel (coalición negro-amarillo) fue de 2009 a 2011.

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