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‘La Ingo se defiende’, por Marcos Carrascal

Gacetín Madrid

por Marcos Carrascal.

Durante la canícula matritense, los diferentes ayuntamientos se afanan en remodelar la ciudad con el fin de que las necesarias obras no obstaculicen más de lo necesario la vida de los madrileños. Que si calzadas asfaltadas o que si Méndez Álvaro cerrado, y ahora la Ingobernable desalojada.

En esta semana que fenece, la policía entregó la orden de desalojo a los okupas de la Ingobernable, y éstos, entre consignas y algarabía, la rechazaron. Así pues, arranca la vía judicial; un plan que ya parecía estimar el alcalde de la capital, Martínez Almeida, al considerar que las “caras que llevan dos años viviendo a costa de los madrileños —así se refiere a los okupas— no iban a abandonar voluntariamente el edificio”.

No obstante, estos caras lo único que hicieron fue sembrar una semilla de utilidad en un edificio abandonado por los sucesivos consistorios. Ana Botella cedió el uso de dicho inmueble por 75 años a una fundación para hacer un museo; empero, esta decisión nunca se llegó a realizar, y se sumió en un aletargamiento del que también fue partícipe el gobierno anterior de Manuela Carmena, que mantuvo el edificio preso de los pastos de la inactividad. Este grupo de caras resolvió okupar el edificio en año 2017 y engrasar los engranajes de su sopor.

Yo he ido en varias ocasiones a este lugar, con amigos de diferentes orígenes y distintos signos políticos; y nunca he respirado rechazo. Si acaso un efluvio de marihuana. La Ingo no es meca de violentos ni politburó de los ambientes izquierdistas de la ciudad; es un edificio alternativo en el cual, amén de los cientos de ofertas culturales que se proponen, es un espacio estupendo para refugiarse de las frías noches invernales con una litrona de cerveza o un refresco de cola (que no sea Coca Cola, si no quieres que un cartel te recuerde el controvertido ERE de la fábrica) y una conversación apacible. No es un edificio neutral; y eso es lo que lo riega de encanto: los carteles y murales que tapizan las paredes no pretenden ser mudos, sino que se afanan por ser contestatarios y excitar las conciencias de los peregrinos que pasamos por allí.

Creo que el equipo de gobierno de la ciudad erra. Martínez Almeida propuso en campaña electoral convertirlo en una biblioteca y un centro de salud y su socia, Villacís, añadió la posibilidad convertirlo en un Museo de la Fotografía. Son propuestas muy loables y que harían mucho bien al barrio. No obstante, en un Madrid en el abunda el derroche público materializado en edificios públicos abandonados, ¿de veras no hay otros lugares para llevar a cabo estos proyectos? Claro que los hay; y por ello no tiene sentido alguno que, en pro de una guerra ideológica contra los elementos, se arrebate un espacio que es de todos los madrileños, porque a ningún madrileño se la negado la entrada o el ingreso en una u otra actividad.

Yo no soy amigo de reventar la ley y de arrogarse el derecho para actuar. Pero sí soy amigo de mantener lo que funciona y lo que hace bien, y la Ingobernable funciona y hace bien. Tengo mis dudas en que los proyectos de Martínez Almeida y Villacís no se queden en sacos rotos, como los proyectos de Botella, o se teja una estela de inacción, como ocurrió cuando gobernaba Carmena.

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