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Cuando el feminismo es postureo

Gacetín Madrid

por Marcos Carrascal

La Academia de Cine bautizaba los Goya 2018 del año de las mujeres. Conmocionados aún por el movimiento #MeToo procedente de Estados Unidos, ésta es la gala en la que nuestros cineastas hicieron gala de su militancia feminista. La Academia se sumó… O empezó a hacer postureo. ¿Cómo va a ser el Goya del año de las mujeres sin ninguna mujer entre los guionistas de la ceremonia? Goya sigue escribiéndose en masculino.

El feminismo se ha convertido en una palabra de los nuevos biempensantes progresistas, del establishment; en una suerte de mandamiento del Dios de la corrección política. Salvo casos deshonrosos, nadie osa poner en tela de juicio la igualdad plena entre hombres y mujeres. Sin embargo, hemos olvidado que el feminismo, como otros ideales, son movimientos subversivos, que no han de contentarse con ser grabadas con áureas letras en los diccionarios; sino que ha de practicarse. De nada sirve que la mayoría de la población se bautice como feminista si se mantiene la brecha salarial —ésa en la que Rajoy prefería no meterse—, la desigualdad en puestos de trabajo, el machismo cultural…

El empoderamiento femenino no se traduce en unos titulares pomposos y unos artículos —tal vez como éste— doctrinales. Se traduce en la acción social y pedagógica; en huir de las esquinas que reserva el sistema, como hicieron nuestras abuelas y bisabuelas. Se traduce en disparar todos los cartuchos que esté a nuestro alcance —siempre dentro de los límites jurídicos— para cambiarlo todo.

Cuando el feminismo es postureo, muchas de las gentes que gustarían de comprometerse con la lucha lo ven como algo vacío, como algo hueco, como algo… que no sirve para nada. Y gente maravillosa e interesante se desvían de un ideal digno por el que combatir, para perderse en otros senderos: el más peligroso de éstos es el de la resignación.

A lo largo de la Historia, hemos comprobado cómo el sistema dominante fagocita conceptos que termina por expoliar. Antes de que el feminismo se convierta en una palabra más, sin significado, sin nada, las personas que nos consideramos feministas tenemos que alzar su significado y no resignarnos en la conquista de nuestros objetivos. Que ningún poder, por bienintencionado que sea, utilice nuestro léxico para la consecución de otros objetivos diferentes.

A todos los que os habéis escandalizado por esta utilización de la Academia, os ruego que no troquéis vuestras ideas. El activismo social no es una camiseta que se exhiba; es un compromiso por crear un mundo mejor. Muchos actores no llevaron accesorios reivindicativos, otros tantos sí, pero una porción importante se tatúa con ese activismo social su vida. Y no solo actores: también el común de la ciudadanía se engalana con irrefrenable activismo social. Un activismo social que no es postureo, porque lo pagamos con nuestro tiempo, nuestra energía, nuestras ilusiones… nuestra existencia.

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