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Madrid en obras

Gacetín Madrid

por MARCOS CARRASCAL

El verano arriba a Madrid. Hace mucho que la canícula se aposentó sobre las últimas plantas de la Torre Picasso o de las torres de Florentino. Hace mucho que los treinta grados son la normalidad. Hace mucho que el toque de queda para salir de las casas son las ocho de la tarde. Hace mucho que Madrid ha comenzado su desangramiento, diseminando a sus hijos entre pueblos salpicados por la meseta, el litoral mediterráneo y los antiguos reinos del Norte, así como aquellos que han atravesado las lindes de nuestro país. Madrid, duerme, a excepción de los grupos de jóvenes y adolescentes que tratan de inmortalizar estos meses alejados de las aulas.

Desde principios de verano, muchos trabajadores —y turistas y viandantes— sufren el cierre la línea cinco de metro. En su lugar, la EMT provee a los usuarios de este itinerario subterráneo varios autobuses, etiquetados como SE1 —que une Alameda de Osuna con Canillejas—, SE2 —que conecta Canillejas hasta Manuel Becerra—, SE3 —que se prolonga desde Embajadores hasta Aluche— y SE4 —que enlaza Aluche y Casa de Campo—. La flota de autobuses que está sustituyendo al servicio de metro cuenta con una frecuencia envidiable; y consigue mitigar las molestias acaecidas por unas obras que nos beneficiarán a todos, una vez concluidas.

Renfe ha anunciado que se cerrará la estación de Cercanías de Sol, por obras, entre el 12 y el 27 de agosto. Para evitar más afectaciones, se modificará el servicio en el trayecto de Atocha a Nuevos Ministerios. Mientras, en el averno, cientos de trabajadores invertirán su sudor en la renovación del carril en ambas vías, para lograr una mejor absorción de vibraciones y ruidos. Asimismo, se realizará una limpieza del logar del montaje. (Fuente: El Mundo, 1/08/2017).

Nunca llueve a gusto de todos¸ reza el refranero castellano. Habrá quienes culpen a todas las autoridades —municipales y comunitarias, competentes o no— de esta situación. Argüirán que su itinerario se va a resentir. Y, al cabo, sentenciarán con una lapidaria pregunta retórica: ¿luego quieren que utilicemos transporte público? Esta gente, poca a mi entender, ignoran que las obras que se realizan no son deseos de la Autoridad. Acaso, estas molestias a la ciudadanía les afectarán tanto en cuanto los reproches emerjan hacia ésta. Ningún gobierno quiere problema alguno en su jurisdicción. Todos los gobiernos desearían vivir de la inercia, en un mundo en el que el viento huela a rosas y el único debate sea el color con el que se ha de pintar un edificio. Pero no. Los gobiernos lideran una urbe, un mundo, en el que el tiempo erosiona esas maquinarias que nos facilitan la vida, y han de gestionar esta natural necesidad de reparación.

Sin embargo, los problemas que siempre crecerán en nuestras estructuras no son parapetos algunos para legitimar cualquier opción. Algunos recuerdan en el madrileño barrio de Vallecas la decisión del Gobierno regional de interrumpir el metro en las paradas de este distrito. Acto seguido, nacieron réplicas desde los otros tres partidos de la Asamblea de Madrid y asociaciones vecinales, proponiendo otras formas para hacer frente al imperioso requerimiento de obras. Los problemas miden la calidad del ejecutivo tanto en cuanto los gestionan. Otro ejemplo reside en la Calle Toledo. Es evidente que nuestra ciudad está trufada de contaminación, y que se ha de promocionar el transporte ecológico —la bicicleta— y público frente al transporte privado. El equipo de gobierno de la regidora capitalina diseñó por la ciudad un ambicioso plan para la creación de carriles-bicis. En la primera parte de la citada Calle Toledo, que se extiende desde la Glorieta de Pirámides hasta la Puerta de Toledo, las carriles-bicis han sido dibujados en el interior de la carretera, flanqueando el bulevar, a la izquierda. No pocos expertos en circulación vial han advertido de la peligrosidad que entraña esta situación, y han propuesto trasladarlos al otro lado de la calzada.

Es harta complicada la administración de la cosa pública. Empero, cuando ésta se hace bien, hay que manifestarlo. Creo que las obras que está sufriendo el transporte público en verano están siendo gestionadas con brillantez: tanto las alternativas que ofrecen a los madrileños como las fechas empleadas, en las que Madrid pierde a una gran cifra de sus pobladores. Así pues, buena decisión.

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