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I am Orlando

Gacetín Madrid

por MARCOS CARRASCAL



Un nuevo ataque embestía los pilares de la sociedad occidental. La libertad, que con tanta fiereza se ha logrado, se tambaleaba. El odio, en forma de un joven norteamericano de origen afgano, se presentaba a un bar. Esa noche, la señora que domina Manhattan con una antorcha lloraba mares de rabia.

Se detonaron cientos de disparos. Los occisos multiplicaban su número sobre el suelo de aquel local que, minutos antes, significaba libertad. Otro ataque se suma a las atrocidades de las torres gemelas, la estación matritense de Atocha, Londres, Charlie&Hebdo,a sala Bataclán y Bruselas. Otro ataque que señala a un enemigo que intenta hacer desaparecer nuestra civilización.

Inmediatamente, rezumaban las respuestas. Unas, embriagadas de odio de súbita venganza; otras, bañadas en el dolor y en la impotencia. Sin embargo, todas coinciden en que estos hechos han de finalizar de la forma más rápida y efectiva posible. Otra vez más no puede ser.

Otra vez no puede ser que los occidentales suframos en forma de muerte nuestros progresos. Tampoco puede ser que caiga el peso de la justicia sobre los inocentes que son obligados a circundar a estos asesinos. Hemos de hacer desaparecer al DAESH —no ISIS, porque no son un estado; sino un nido de criminales cobardes— de una vez por todas. Pero, sobre todo, hemos de invertir en educación, para que no se pueda levantar ningún otro DAESH ni se pueda crear otro joven seducido por el radicalismo islámico.

Occidente necesita poner sus ojos en su cultura. Es menester que sepamos encandilar con nuestros ideales de libertad, respeto, justicia, fraternidad, igualdad y comprensión a todo el orbe. La integración de la inmigración sólo será exitosa cuando ésta sea plena; y, por el momento, a la vista está, no lo ha sido. Volvamos a calzarnos para reanudar esta marcha.

Anteayer, en el debate, eché en falta formas concretas y reales de terminar con este problema. Condolencias con Orlando, pero: ¿soluciones? Parece que no se atisban. Quizás, no hay conciencia real de lo que significa este fracaso como sociedad multicultural.

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