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Yo también soy turista

Gacetín Madrid

por Cristina Pérez, Coordinadora Territorial y Portavoz de UPYD en la Comunidad de Madrid.

Yo también soy turista; además respetuosa y agradecida. No creo que haya personas contrarias al turismo (sector económico que mueve el 11% del PIB de este país). No comprendo a los que creen que el turismo es de buena o mala calidad; creo que el turismo depende de la necesidad de la persona: hay personas que viajan para evadirse y desconectar de la rutina; quienes sienten la necesidad de conocer lugares; hay quien viaja para reencontrarse con amigos o familiares. En cualquier caso, todos buscan la mejor manera de hacer posible su objetivo: desplazarse y alojarse de acuerdo a sus posibilidades. Lo importante es la igualdad de oportunidades; viajar a Londres puede ser tan placentero volando en Business y alojándose en el Montcalm Suites, como volando en Low-Cost y alojándose en un Hostel, porque Londres será Londres.

¿Quién está en condiciones de limitar las oportunidades de las personas por su estatus económico? Pues parece que algunos políticos y formaciones afines sí se creen con el poder suficiente para definir al resto de mortales y limitar nuestra libertad.

También parece increíble escuchar a algunas personas políticamente mediáticas criticar el turismo y culpar las VUT (Viviendas de Uso Turístico) de los problemas “supuestamente” derivados; recordemos que cuando los precios de los vuelos empezaron a bajar radicalmente gracias a la parición de las compañías Low-Cost, no hubo este revuelo; quizá porque se habían abierto las puertas de los aviones a una mayor parte de la población. Creo que no se puede radicalizar la protesta por cada idea de modelo de negocio, sino que hay que sentarse a debatir, estudiar y concluir la regulación para que todas las partes salgan beneficiadas.

Profundizando más en este nuevo modelo, los pisos turísticos, la información que más miedo da es la afirmación de que este modelo está promovido por grandes empresas de capital riesgo o fondos buitre que compran pisos para sacarles una rentabilidad muy superior a la que se obtiene con un alquiler habitual. Pero esas grandes empresas, seguramente, tienen la oportunidad de contratar a técnicos que se dediquen en exclusiva a la solicitud de permisos; por lo tanto, si sólo algo más de 2000 VUT están registradas de las 8000 estimadas en la ciudad de Madrid ¿qué pasa con el resto? ¿esas grandes empresas querrían tener problemas con la administración pública por un sencillo trámite? La conclusión es que, probablemente, la mayor parte de estas viviendas estén gestionadas por ciudadanos de a pie. El miedo es pensar que un sector radical de la sociedad y la política está moviendo los hilos de la crispación para enfrentar a los ciudadanos. Otra vez.
Por otro lado, es cierto que la gestión de las VUT es una actividad más a ser regulada como cualquier actividad; en este caso, aunque sean alquileres, estas viviendas no están destinadas a ser domicilio habitual de sus inquilinos y, por ello, no se consideran “viviendas” al uso, sino hospedaje en toda regla; pero su denominación oficial no es la adecuada y es la que genera tensión entre defensores y detractores: las VUT alojan a turistas, pero también a estudiantes y trabajadores. Es decir, igual que los hoteles no son de uso exclusivo del turismo, este modelo de hospedaje tampoco. La denominación correcta debería ser Viviendas de Corta Estancia.

Si las VUT son una actividad, y esta actividad se desarrolla en un edificio de viviendas, quiere decir que los gestores están haciendo uso de ese edificio para su negocio ¿se ha planteado alguien la posibilidad de solicitar a los gestores un ligero aumento de la cuota vecinal como compensación? Seguramente cualquier gestor estaría dispuesto a aumentar su cuota un 3% para agradecer a los vecinos el uso de las zonas comunes. Además, si estas viviendas se destinan desde su compra a esta actividad, no sería justo que los propietarios utilizaran ayudas de ningún tipo que no fueran las explícitas de la actividad; en este sentido, el control debería ser exhaustivo. Esta y otras cuestiones nos planteamos en UPYD para que esta actividad sea beneficiosa para los gestores, los visitantes y los vecinos de las comunidades donde se instalan. No es difícil buscar soluciones intermedias si hay voluntad.

El movimiento de la “turismofobia” parece, en realidad, un intento de crispación sin voluntad de debate, directo al grano, arremetiendo de manera totalitaria contra todo turista independientemente de su origen o intención e intentando sacar rédito político demasiado fácil. El problema no es el turismo, es el “civismo”, es la falta de medios para mitigar los efectos de aquellos que Sí provocan malestar entre los ciudadanos faltando al derecho al descanso o destrozando lo público (o privado). Esta es la base del turismo de calidad, ese que sin ser elitista respeta los hábitos, rutinas, propiedades y tradiciones de los ciudadanos del lugar que visitan.

Esto es algo que creo lógico, porque cuando yo viajo a cualquier parte del mundo procuro respetar aquello que disfruto, tanto su cultura y tradición como su propiedad pública o privada. Esto creo que es algo lógico, porque yo también soy turista.

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